martes, 31 de julio de 2012

Partes ded guerra

Bagdad
        
El papiro ardió encendiendo la noche. El hombre se encogió de hombros.Allá lejos  nacían otras crepitaciones. Inmoló otro rollo en la hoguera. Y otro. Ninguno de ellos demostraba la existencia de Dios.

 

Prisión

        
Ayer llegaron más. Como antes, fueron  recibidos en un clima de consternado silencio.  Asesinos, torturadores, ninfómanas, pederastas,  sádicos,   terroristas, violadores. ..Todos se alternan ,esmeradamente, en el gobierno  de la prisión de Abu Ghraib.
 (de la serie microcuentos de 33 palabras)

sábado, 28 de julio de 2012

Cien años de Alpachiri


Marcas



Y también porque uno es lo que recuerda resulta imperioso armarse en sus memorias.
 Amparos para el porvenir, armazón de protecciones que, acaso, sirvan como antídoto para el olvido.
        La primea vez que la palabra “Alpachiri” se hizo presente en nuestras conciencias fue cuando Andrés Arcuri (venía con un temple en la guitarra y un óleo en el salar) la deslizó en una noche rumorosa en Bernasconi. Al filo de la conversación anticipó que, antes de regresar a sus pagos en el Valle Argentino, pasaría a visitar amigos por Alpachiri “para que no me olviden”.
        Fue una formulación circunstancial, preámbulo de una despedida, pero “Alpachiri”, tan eufónica como extraña, perseveró a manera de registro de aquella   jornada en que amanecían los años cincuenta.
        De manera que desde ese episodio doméstico hasta hoy ha transcurrido más de medio siglo, mucho más de la mitad de lo que hoy convoca.
        Alpachiri. Andaba por allí (tal vez en Remecó) con su mirada clara y barba de tres días, don Eliseo Tello midiendo las distancias y alentando misterios.
Tello, confirmando topónimos y extrañas migraciones.
        Con el paso de los años Alpachiri dejó de ser una palabra curiosa. Al punto que se impuso sin traumas a la frecuentada referencia de “kilómetro 49” tan apelada por quienes tomaban el tren en Alta Vista o Darregueira.
        El ferrocarril, por supuesto, fue factor de esta victoria. Durante años y años sus andenes fueron ambulados por abrazos y evidencias de un progreso que no percibía aún las ominosas reincidencias del Plan Larkin redivivas a partir de los ochenta.  Claudicaciones que convertirían al trazado del riel en una dilatada llaga a cielo abierto.
        El poblado creció a la par que sus trenes.  Cada campanada en sus andenes reflejó un flujo que enriquecería la mixtura fortaleciendo sus apetencias de futuro.
Esta expansión tuvo su expresión en las mesas familiares. Sabores y aromas germinales.  De la carbonada a los vareniques, de los tallarines al puchero.
La brisa era una fiesta.
        En ocasionales tardecitas de otoño alguien llevaba apelstrudel.
        Luego, con un poco de suerte, sonaría una mazurca en la Colonia Urdaniz.
        Época de caudillos y también de derrotas. El aire se fue poblando de voces y las melgas fueron extendiendo sus dominios hasta donde antes había bosque y alguna rastrillada.
        Bisectrices en esta comarca que eligieron los antiguos para sentar sus reales.  Desde Chilihué hasta Médano Massallé, pasando por Salinas.  Un itinerario de ida y vuelta inaugurado a lanza y sangre.

            “…Arcaica letanía colorada/ o canto de muerte/ borogano./ Médano rojo,/ ¡Ay Masayé!/ Quebrada tribu,/ !Ay Yalmaché¡/ YA, ya, ya, aaaah.../ Curú Agué,/ Nahuel Quintún, /Calvú Turem, /Curú Locó,/ Carú Agué,/ Millá Pulquí,/ Melín, Alún,/ Calvú Quirqué/ Todos murieron/ ¡Ay arenal , lanzas y gritos!/ Tembladeral./ La muerte vino, / Malú Mapú,/ a los borogas/ como una luz./ Los adivinos del carrizal./ Rondeau,/ cacique del medanal,/ capitanejos sin perdonar,/ gargantas rojas/ del degollar/ y los ancianos/ de nuestro lar/ desechas carnes/ sin palpitar,/ todos rodaron/ bajo el fulgor/ de piedras locas/ del invasor./ Guerrero toro,/ Calfucurá ,/ que nos trajiste/ tu tempestad./ ¡Ay peregrinos/ de destrucción !/ ¡Ay comerciantes/ de maldición!/¡Ay Cara negra! ¡Flecha de Oro!/ ¡Ay Cara Verde, / Cabeza Negra!/ ¡Canas azules!/ ¡Médanos rojos!/ ¡Ay Masayé! / Ya, Ya, Ya,... ya... aaaah! . ..”(1)

        ¿Se sintieron aquí los ayes   voroganos?
        Cómo saberlo. Fuera cual fuere la especulación lo cierto es  que esas reverberaciones horadaron el siglo y cien años más tarde replicarían en la escena nacional  flagelando también, porque de eso se trataba, cada lugar donde se alzara una conciencia.
        Ya están en este volumen, habitando el necesario inventario de Norberto Asquini, los nombres de Analía y Mario Urquizo, Daniel Rocche…Y, como si no bastare, Miguel Ángel Nicolau, el curita pampeano, atrapado por la misma furia en el mismo lugar, al que le fueran insuficientes sus invocaciones.
Historias que arden en la tierra fría.
        Demasiada tragedia para el poblado que se refugió en el silencio para exorcizar sus laceraciones.
        Opciones, complicadas en la geografía del ultraje.
        ¿Cómo juzgar?  ¿Desde dónde juzgar?
        El dilema justifica y alienta este texto mínimo: buscarle la vuelta, hincarle el diente a los silencios hasta derrotar al ministerio del olvido.
        Porque la historia –según se mire- no hace justicia. Ni siquiera repara,   pero a menudo alivia.
        En la gran nevada de 2009 que hubo sobre Alpachiri alguien incorporó la silueta del Eternauta a una instantánea callejera. Fue una buena idea que devino en un resultado mágico.
        Quizá venga bien este ejercicio para estimular procederes. Incluir una ficción a la realidad. Imaginar, hasta tocarle el rabo a nuestros propios límites, las mil maneras de enfrentar a las ausencias.
        Si se pudiere, no estaría mal intentar superponer las entrañables figuras de Analía, Daniel, Mario, Miguel Ángel a cualquier postal pueblerina y dejar que lo demás fluya.
Hacerlos visibles, porque las heridas no cierran hasta que no son expuestas a la luz.  Luego, el tiempo hará lo suyo y de ellas quedará una cicatriz delgada, blanca, como un pañuelo.
        Resulta incierto presumir el porvenir de una idea peregrina.  Pero insistimos en ella, aunque más no sea para plasmar ahora, en esta fecha que marca un mojón, las expectativas verbalizadas en clave de esperanza por aquel viajero que, hace más de medio siglo en un crepúsculo de Bernasconi, partía con rumbo a Alpachiri.



J:C:P
Julio 2011
       
       


(Texto que integra un capítulo del Libro del Centenario de Alpachiri, UNLPam)       
       
(1)    fragmento de un poema de Juan CarlosBustriazo Ortíz.

viernes, 20 de julio de 2012

mujeres - Sara



El hueco que  han dejado las botellas de aceite es ocupado por una radio que vomita impiedades. Otras ausencias de las estanterías están disimuladas por almanaques o publicidades que no convencen a nadie. Sara Pelàez  repasa innecesariamente la superficie de fórmica  aguardando que su única clienta se decida entre el paquete de fideos o el de harina. La vieja demora la elección y su mirada acaricia por algunos instantes  el canasto de los panes y   el trozo de queso que languidece arqueado y lagrimeante bajo la campana de vidrio. De pronto, seducida por vaya a saber qué conmoción interna, la vieja se abraza a los paquetes y sale corriendo ante el estupor de Sara que  parte furiosa tras la  osada. Cruzan la esquina, disparan por la calle y siguen por la otra cuadra mientras las distancias se acortan porque Sara es algo más joven y la bronca es mucha. Cuando el barrio se transforma en villa las espaldas de la anciana se aplastan  y su paso se vuelve cada vez más pesado. Al borde del aliento aprisiona sus tesoros con un solo brazo y deja que la palma de la otra mano sostenga su cuerpo contra la pared, edificando  una arcada en medio de la vereda. Está vencida. Voltea la cabeza con ademán de deshacer el abrazo pero descubre que no hay nadie a sus espaldas. El desconcierto invade sus pupilas y al cabo de algunos segundos baja la vista. Mueve imperceptiblemente sus labios dibujando una palabra corta que no se escucha y reanuda su marcha hasta convertirse en una mancha marrón entre las acacias.  Sara la ve alejarse entre el invierno y retorna a su mostrador flagelada por un aluvión de sentimientos confusos. El locutor sigue disparando  las noticias con voz acre. Suenan como escopetazos... Sara aprisiona la perilla del  volumen hasta que sus nudillos blanquean. Gira   y un tambor obstinado retumba en sus costillas. Lo hace lentamente. Lentamente... hasta estrangular  definitivamente las palabras.




jcp
(mujeres corriendo-Picasso)

miércoles, 18 de julio de 2012

Paulino

Proviene de las dilataciones de una provincia tempranera. Un sitio en el Oeste donde ardió la madera y en sus rescoldos leudó leyenda y toponimia.

Partió.

Tomó para él un fragmento de fuego y magia y se lanzó a andar por este sur de vientos y distancias.

Comentan por allí que un ademán del tiempo depositó una guitarra entre sus brazos.

Seis cuerdas, ¿acaso celestes? templadas en un sí de corazón y vida.

Fue como un ofrenda, un brillo de luz, un sol… mayor

Después, todo fue diferente. Porque de a dos la soledad se vence y resuenan mejor las armonías.

Así anduvieron: dos en la sinuosa cicatriz de las travesías, en la ascendente construcción de las hiladas o en el agreste rumor de las esquilas.

Dos, en los confines…

Y muchos más al llegar a casa.

Una multitud a la hora del abrazo, en la encendida reunión del vino y las calandrias.

Crepúsculos sonoros, fraternidad de barrio donde la poesía se afina con la sexta en re y la dignidad flamea en los manteles.

Así lo conocimos, su sombra titilando en la laguna y ese largo coloquio con el porvenir impregnado de llano y encordados.

Ahora, entre el fragor de pájaros y albricias del otoño, retorna de otras brisas para decir que hay buenos aires pero jamás el cielo y el pulso de esta pampa.

Laborioso, necesario, su arte es una bendición que nos gratifica y enriquece.

Nos da gusto tenerlo aquí, tan cerca y tan nuestro, amaneciendo milongas por el llano, coplas de pago chico que se hacen universales.

Vuelve, el que nunca se fue.



Qué más decir:

Paulino…y su guitarra.


jcp

jueves, 12 de julio de 2012

El operativo deAráuz según el Evangelio de Judas



                                                                    De eso, se habla





Sigue sangrando y no está saldada. Es una herida a cielo abierto en el corazón mismo del cuerpo social que conformamos. Cada tanto, revive. Y esta circunstancia, acaso, configure la matriz de un daño que corroe y fecunda una nueva manera de conflictividad.

La delación en perjuicio de vecinos y docentes del instituto José Ingenieros de Jacinto Aráuz, que derivaría en la aciaga jornada del 14 de julio de 1976 configura una materia pendiente en el análisis del vasto espectro de la represión en nuestro territorio.

Aquí, en estos dominios del viento, no había quien ignorase su tremenda significación desde que en las orillas se originaran y fueran extendiendo los variados apelativos de la admonición popular: chivato, buchón, batilana, alcahuete, soplón…

El poblado, ya había sido flagelado cinco décadas antes por lo que Osvaldo Bayer definió como “La masacre de JacintoAráuz”. Algunas proyecciones de estos sucesos, cuyas consecuencias fueron redimidas en clave poética por Guillermo Herzel, volvieron a poner en escena al poblado en fecha reciente. Ocurrió cuando comenzaron a trascender los detalles de la intrincada trama de odios, temores y rencores que indujeron a reconocidas familias del medio al empleo de una de las prácticas más deleznables de la condición humana.

Fue en agosto de 2010, durante la primera fase del juicio de la Subzona 14. Ante un auditorio azorado y estremecido, sobrevivientes, vecinos y alumnos desgranaron los pormenores de una experiencia educativa y social ejemplar y su correlato de antagonismo que impulsó a otros vecinos a un ejercicio al que Jorge Luís Borges definiera como el peor delito que la infamia soporta.

Este axioma está contenido en “Tres versiones de Judas”, texto que se interna en la tesis del teólogo alemán Nils Runeberg para promover una exculpación de Judas y al mismo tiempo regalarnos la opción de la reinterpretación para reflexionar acerca de la futilidad de la delación.

En los albores del siglo XX Runenberg analiza el denominado Evangelio de Judas y este escrutinio provoca en Borges la conclusión de la puerilidad de la imputación de la traición que se le adjudica al Iscariote. No la delación en términos genéricos sino esa delación.”Para identificar a un maestro que diariamente predicaba en la sinagoga y que obraba milagros ante concursos de miles de hombres, no se requiere la traición de un apóstol…”.

Adheridos a estas coordenadas de razonamiento se puede inferir que la descripción de actividades del colegio José Ingenieros y el suministro de información acerca de sus integrantes , constituyó una acción superflua pues no otra consideración cabe en una comunidad que apenas alcanzaba al millar de pobladores en una provincia donde todo el conglomerado urbano tampoco superaba los 85.000 habitantes.

Nadie era, más conspicuo en aquel invierno de 1976 que un médico, un productor agropecuario solidario o un profesor del establecimiento educativo de la pequeña aldea.

Empero, la práctica se ejecutó con método y prodigalidad. Primero, porque hubo un plan preconcebido. Segundo, porque la delación fue alentada, celebrada y tuvo sentido no tanto en la acumulación de información que abonara la tesis del accionar subversivo, sino para doblegar las reservas de dignidad de los denunciantes y convertirlos en rehenes morales de los destinatarios de sus diatribas.

La promoción de la denuncia, para hacer descender a la sociedad a sus niveles más oscuros de degradación, constituyó una obra de ingeniería que en La Pampa se aplicó con mucha intensidad y eficacia: abundan los testimonios –en el juicio de laSubzona- con detalles de interrogatorios tan feroces como superfluos. Cuestionarios al pie de la picana tan infantiles que, de antemano, evidenciaban que no se procuraba una respuesta sino el tránsito que va desde la entereza al quiebre de los resguardos éticos.

Los eventuales resultados adversos de las interpelaciones se superaban con la confección de declaraciones preconcebidas que los detenidos eran obligados a firmar sin poder examinar su contenido.

Samprón, Alvarez, Carlino, Bertón, Quartucci, Pozo Grados…y tantos otros igualmente iban a ser atormentados sin que sobre ellos pendiera una denuncia. Sólo porque sus perfiles y objetivos eran tan notables que automáticamente los convertían en blancos del terrorismo de Estado. Herederos de una épica, sobre ellos ya pesaban las historias de luchas y el heroísmo desplegado por los bolseros de la FORA, la trayectoria del pionerismo valdense francamente contestatario, la presencia del padre Valentín Bosch cuya prédica todavía reverbera en aquellas dilataciones del sudeste. Probablemente también ingresaba a este inventario la doctrina y compromiso de Manuel Negrín o la desvelada abnegación de Néstor Grill.

Y, como si no bastare, esta experiencia educativa singular, participativa, forjadora de conciencias bajo el cobijo de un centro formativo que lleva por emblema el nombre de alguien que describió como pocos la inexorabilidad de la nada bajo el imperio de la mediocridad y la ausencia de sueños.

Cerrando el cuadro, algo muy temido por los cobardes: el espectro ominoso de la reiteración en otras conciencias y poblados.



La preparación de los traidores según el magisterio de Bayer

"...Carlés (...fue el primero que les aconsejo “de casa al trabajo y del trabajo a la casa”. De las brigadas de obreros buenos salían los que iban a reemplazar a los huelguistas. Los obreros buenos rompían muchos movimientos propugnados por la FORA (eran llamados “los patoteros de Carlés” o “crumiros”).Carlés sabía lo que hacía: premiaba a los obreros que más se destacaran en su lucha contra anarquistas y maximalistas y hacía de ellos los futuros capataces. Y también premiaba a los miembros de las fuerzas represivas que se habían destacado en su lucha con los elementos disolventes: así se condecoraban a agentes de policía, pesquisas, comisarios, bomberos, soldados, suboficiales y oficiales del ejército y de la mar..."

(…)

"...Pero la suerte de la organización anarquista estaba echada (con la participación de ) las casas cerealistas, a los políticos conservadores y algunos radicales de la zona y, por supuesto a la policía. El plan era liquidar la organización sin más trámite. Para eso contaban con el visto bueno de Manuel Carlés y su Liga patriótica que puso a disposición de los organizadores del plan una brigada de “obreros buenos” de Coronel Pringles a las órdenes del incondicional Cataldi, que las oficiaba de capataz..."





La dignidad según la lírica de Herzel:

El bar de Amor y Diez

es el lugar del encuentro.

Llegan allí cada noche

a soñar un mundo nuevo.



Ellos saben que los miran

con desprecio los señores.

Que no aceptan su demanda

de mejores condiciones.



Cuando llegan los matones

a enfrentar a los bolseros

presentan a un capataz

que ni siquiera es obrero

(…)



“Ahora soy el capataz”

dice un matón desafiante.

“Usted no es de los nuestros,

es un traidor, un farsante”.





Según Runeberg, en la mirada de Borges, Judas Iscariote fue ese hombre: único entre los apóstoles, que intuyó la secreta divinidad y el terrible propósito de Jesús. Judas acepta la misión de entregarlo a la muerte y facilitar así el escape de la prisión del cuerpo y la liberación de la divinidad que llevaba dentro. No es entonces el villano que vende a Cristo. Es la víctima que acepta su destino, que se resigna a la infamia y desempeña el papel asignado, para dar cumplimiento a la profecía.

Acaso los que denunciaron, los que ocultaron y silenciaron, los que fundaron el ministerio del olvido –en Aráuz y otros puntos del territorio- los que se envilecieron en el ejercicio de la caza del hombre, alcancen algún día a percibir que con sus irredimibles vesanias han contribuido –como el Judas que concibe Runeberg- a la consumación de una realidad diametralmente opuesta a la que aspiraban: la reivindicación de una práctica social que nos trascienda, la aprehensión de de una didáctica para tomar por asalto al porvenir…

…en fin, la construcción de un sueño colectivo en el cual empinarnos en estos vislumbres de un año nuevo.



Juan Carlos Pumilla

Noviembre 2011









lunes, 9 de julio de 2012

Mujeres - Adelita


  No sabemos sus nombres, son las grandes olvidadas de la historia de México y sin embargo sin ellas no habría México ni historia de México” Elena Poniatowska.


   Adelita se presentó en nuestro hogar una tarde de otoño, cuando los años cincuenta se batían en retirada. . Vino de la mano del Wincofón y en la voz de Nat King Cole. 

Desde entonces está con nosotros. Con ella, a partir de ella, conocimos a Jorge Negrete y, ya adolescentes, sus circunstancias. Inicialmente en las alegaciones de John Reed y más tarde en los portentos de Juan Rulfo. 

Adelita siguió siendo Adelita pese a que los socios del Club de los Racionales pretendieron convencernos de que se trataba de Altagracia Martínez o acaso Marieta Martínez. Precisamente esta vacilación de los biógrafos nos confirmó el acierto de adscribir a los veredictos del imaginario popular. 

Adelita reflejada en los ojos de Pancho Villa, cocinando tamales, consolando a los heridos. Adelita en la primera línea de combate con un fusil al hombro y esa sonrisa encantadora en el andén de Buenavista poco antes de partir hacia los llanos de Chihuahua donde la esperaban la revolución , las apostasías de Pascual Orozco y la leyenda. 

Desde ese momento permanece allí, en un estante de la biblioteca y en lo más profundo del corazón de un niño que se estremece cada vez que eleva la mirada y contempla su sonrisa.

     JCP

La fotografía de Jerónimo Hernández fue publicada por primera vez el lunes 8 de abril de 1912 en el diario maderista Nueva Era, y da cuenta de la partida, el sábado 6 de abril, de tropas del general Victoriano Huerta

sábado, 7 de julio de 2012

Procedimiento


Cuando le sonreí se tranquilizó. Extendió su brazo sin alzar la vista Dije: “está bien, andate”. Examiné su espalda algo encorvada y me detuve en la nuca. Tenía una mancha de nacimiento. Apunté.


(de la serie minicuentos de 33 palabras)

jueves, 5 de julio de 2012

El día de los Gloster


No fueron pocos los que percibieron, con cierto sobrecogimiento, el lejano bramido crispando el amanecer de Bernasconi. Pero la incertidumbre demoró al menos una hora más en disiparse.

Fue el tiempo que un productor de la zona, tras vencer su recelo, invirtió para aproximarse a un tramo de la ruta nacional 35, situado a dos o tres kilómetros de la entrada al poblado. Allí no tardaría en establecer el origen de la alteración mañanera.

Momentos antes un fuerte ruido había atraído su atención y la extrañeza transformada en alarma al observar precipitarse en su chacra un objeto plateado de considerable tamaño.

Al atravesar la alambrada la visión de la carretera mudó en asombro su curiosidad: en el lugar, alineados al costado de la banquina, cuatro enormes aviones con sus respectivos pilotos aguardaban a la espera de auxilio.

Prontamente, con inocultable deleite, el hombre de campo daría cuenta del episodio al comisario y lo refrendaría más tarde hasta el hartazgo a quien se le cruzara. Al parecer uno de los aparatos, con destino a la Base de Punta Indio, había quedado sin combustible obligando a un descenso forzoso del conjunto. La ejecución de esta maniobra impuso la necesidad de arrojar preventivamente los tanques de aprovisionamiento.

La especie se dilató hacia todos los confines en aquel intenso verano y no fueron pocos a los que se les antojó relacionar las aprensiones del chacarero con las turbaciones que, veinte años antes, Orson Wells generaba en su audiencia de La Guerra de los Mundos.

Si hasta las imprecisas crónicas posteriores de la radio de Bahía Blanca no habrían escatimado elementos para establecer, con cierta sorna, estas analogías.

Empero, aunque desde otra consideración, el miedo podía tener sustento: cuatro aviones de la misma dotación habían sido protagonistas centrales de los bombardeos a Plaza de Mayo tan solo tres años antes, el 16 de junio de 1955. Una vileza que aún sigue impune.

Pero no hubo aquí, en la sobresaltada campaña pampeana, corolarios luctuosos. Al contrario.

Fue una jornada de fiesta. Los escolares no asistieron a clases y el ausentismo en los lugares de trabajo fue notable. Camiones, tractores y diversidad de vehículos llegaron hasta el lugar de las expectaciones procedentes de diversos puntos del departamento Hucal.

Los aviones Gloster Meteor, sus pilotos y el chacarero –en ese orden- se constituyeron en los focos de un interés que no decreció en ningún momento. Es que los contingentes se fueron renovando hasta promediar la tarde en que, procedente de la base de Puerto Belgrano, llegó un camión cisterna para cumplimentar la tarea de abastecimiento.

Pero sin lugar a dudas el momento de mayor excitación fue el que fraguó el despegue de los aparatos. Ordenados en la ruta de tierra se elevaron uno tras otro ejecutando un pronunciado giro hacia el Este apuñalando el firmamento. La algarabía de los concurrentes en la despedida apenas fue disipada por el tronar de las turbinas.

Luego, un absoluto silencio y quizás un dejo de tristeza por el retorno a una previsible rutina. Sin embargo ya nada sería igual en las tertulias vecinales de las semanas venideras por el predominio de lo acontecido.

Cuando el último Gloster se perdió en el horizonte y se ponía de relieve la dificultad colectiva para exteriorizar sus emociones alguien se atrevió a quebrar el mutismo con una casi inaudible musitación: ¡Qué bien manejan!





 
De la plaza

a la rotonda



En virtud de la onerosa deuda externa inconvertible que Inglaterra había contraído durante la Segunda Guerra Mundial, durante el gobierno del general Juan Domingo Perón la Fuerza Aérea Argentina adquirió 100 Meteor MK IV. Cuatro de ellos (integrando una escuadra de otros veintiocho aviones, de otras características, de la FAA y la Aviación Naval Argentina) protagonizaron, el 16 de junio de 1955 el bombardeo a la Plaza de Mayo que produjo centenares de víctimas civiles, entre ellos un numeroso grupo de escolares que visitaban Buenos Aires.

Durante la defensa de la capital se registró un combate aéreo entre una escuadrilla de interceptores Meteor leales al mando del teniente primero Juan García (volando el Meteor matrícula I-039), teniente primero Mario Olezza (I-077), 1er.teniente primero Osvaldo Rosito (I-090) y el teniente Ernesto Adradas (I-063), frente a las máquinas Rebeldes AT-6 Texan, pilotadas por el teniente de Corbeta Máximo Rivero Kelly (en el Texan matriculado 0342/3-A-29) y el guardiamarina Armando Román (0352/3-A-23). El combate se promovió a baja altura sobre el Aeroparque Metropolitano Jorge Newbery y el Río de la Plata, cayendo abatido el Texan de Román bajo los cañones de Adradas. Román pudo saltar en paracaídas precipitándose al río y Adradas logró el primer derribo de la FAA y el primer derribo de un reactor en el Continente Americano.

Los Meteor agresores se dirigieron a Uruguay tras el fracaso del intento sedicioso hasta el éxito de la llamada Revolución Libertadora ese mismo año. Los aviones siguieron prestando servicio duante años, hasta que fueron retirados.



PEDESTAL

SANTARROSEÑO

Progresivamente los Gloster fueron raleados de servicio siendo distribuidos a distintos puntos del país con fines didácticos, ornamentales o de exhibición. Un inventario del Ente Nacional para la Aviación Civil, sostiene con relación al aparato establecido en la rotonda Norte de Santa Rosa: " C-019: asignado al ENAC en proximidades del Aeroparque, tras ser desactivado el 12/05/71. El C-019 fue expuesto brevemente en el predio ferial de Palermo, para luego ser enviado definitivamente a Santa Rosa, La Pampa, ubicado sobre un pedestal en uno de los accesos de la ciudad, luciendo su esquema táctico original. A 2005, tiene la matrícula ficticia I-021 y una coloración marrón claro, con un vergonzoso estado de abandono..."



Acerca del hambre

En el Museo de la Historia habrá un contenedor. En su interior un zapato sin suela, una silla de tres patas, el mango de un hacha, acaso un ...