(micro-relatos de 33 palabras)
La memoria es un tatuaje del alma. Se lleva en la conciencia y obedece a sus dictados. Indeleble, eterno, nos dice quiénes fuimos y revela lo que somos. Testimonio para presentir destinos y decidir qué haremos
domingo, 29 de septiembre de 2013
Misterio
(micro-relatos de 33 palabras)
sábado, 21 de septiembre de 2013
Desaparecidos
Un grupo de amanuenses ha puesto de manifiesto su vocación de actuarios revitalizando una prédica que inauguraron los exegetas de la teoría de los dos demonios y emulara luego Graciela Fernández Meijide. Precisamente las formulaciones de la otrora funcionaria motivaron este texto en el que acaso seda oportuno reincidir.
Desaparecidos
Como
si faltara poco…Graciela Fernández Meijide acaba de inaugurar un nuevo elemento
para el debate acerca de las consecuencias del terrorismo de Estado en nuestro
país. Se ignoran sus razones aunque no sus consecuencias: más pasto para el
festín de las fieras.
Cumpliendo
con los mecanismos de una vieja práctica, la que fuera presidente de la
Asamblea Permanente por los DDHH, ha mezclado verdades irrefutables con
sospechas y subjetividades.
Nadie
sabe porqué lo ha hecho ni sus razones, aunque algunos las malician al repasar
su actividad como funcionaria.
Fernández
Mejide ha sostenido que los juicios contra los militares no avanzan,
aseveración que habrá confirmado las presunciones de muchos y el fastidio de
otros. Pero ha dicho algo más, se ha internado en precisiones sobre el número
de desaparecidos durante el ejercicio del terror en cuya contabilidad, por
cierto, no figura la mayoría de los pampeanos.
Sus
declaraciones revivieron un momento imperecedero de la era del miedo: cuando
el general Videla, abanicando sus brazos, dijo lo
que dijo acerca de los desaparecidos.
No
hacía falta esta formulación, que rejuvenece una concepción y un discurso al
que son proclives los miserables de siempre. Sobre todo, a partir de la intangibilidad
de una certeza: que basta tan solo una, nada más que una violación a la
condición humana para acreditar una práctica genocida.
Pero
no le ha bastado. Hizo algo que la desvela, en el sentido de que queda al
descubierto. Ha puesto de manifiesto una forma de pensar, una articulación de
su filosofía de vida para inspeccionar la envergadura del terror. Con una
asepsia que sorprende, con una tranquilidad de espíritu que hubiera mitigado pesares
en sus horas de horrendo desasosiego, como si la muerte fuera una cuestión para
los tenedores de libros, Graciela –en el paroxismo de la abyección se ha puesto
a contar los desaparecidos…
Juan Carlos Pumilla
6 agosto 2009
viernes, 20 de septiembre de 2013
Dictadura y desmemoria
(publicado en marzo de 2004)
Nunca más penas ni
olvidos
Uno de
los ejemplos más altos de dignidad nacional, el que encarnan Abuelas de Plaza
de Mayo, enriqueció las conciencias ciudadanas con su presencia. Fue en el
marco de la semana de la memoria organizada por el Honorable Concejo Deliberante
de Santa Rosa.
. Hace exactamente veinte años la ciudad albergaba –también
en la sala de Concejo Deliberante- a otro ejemplo de abnegación y coraje: las
Madres de Plaza de Mayo .Su titular, Hebe Bonafini, generaba odios y amores con
su estilo frontal y destemplado. Resultaba urticante para ciertos sectores de
la comunidad, aceptar sus propias falencias e hipocresías.
Entre estas dos visitadas, dos mundos, dos
realidades históricas en un mismo país pero tan diferentes y distantes en su
esencia han pasado en el devenir de los argentinos. En los ’80 el fuego de
quienes comenzaron a pedir justicia por los crímenes de la última dictadura
militar se fue consumiendo y aplacando con los miedos, las hipocresías y las
complicidades con ese régimen de terror que azotó los años ’70. Recorrimos los
crudos ’90 bajo la apatía y el manto de falsa piedad que más que contribución a
la unión de los argentinos fue una deslealtad con la memoria y la justicia y un
desprecio por las víctimas. Y llegamos con los nuevos aires de este 24 de marzo
de 2004 en el que observamos un gobierno que reclama por la piedra angular de
la reparación histórica de un país sano y comprometido.
LA DESMEMORIA
Como desnudaría Daniel Bilbao en su ensayo sobre los
años de plomo la multiplicidad de comportamientos de las sociedades del olvido,
del silencio y de la desmemoria, ese manto de brumas sobre el pasado también
recorrió La Pampa. Aquí también se había padecido –contrariando el vehemente
discurso de la “isla de paz”- toda una
serie de iniquidades que podían resumirse en un dramático inventario:
más de doscientas detenciones, empleo sistemático de la tortura, existencia de
lugares clandestinos de detención, secuestros extorsivos, asesinatos, hallazgos
de cadáveres no identificados y cerca de cuarenta pampeanos detenidos desaparecidos.
Bajo el fuego de justicia que recorre el país tras
la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, nuevamente el
pasado oscuro de la provincia comenzó a ser revisitado con la apertura de la
Megacausa 450 que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos en la
Subzona 14. Trece represores –nueve ex oficiales de la policía y cuatro ex
militares- están procesados por la justicia federal por algunos de los delitos
ocurridos en La Pampa entre 1976 y 1983.
En cada caso investigado y presentado a la justicia
y a la opinión pública a través de los medios también se advierte la saludable
experiencia de la redención de viejos ideales y la saludable puesta en acción
de la memoria. La vergüenza deja paso a la reivindicación, la desesperanza a la
posibilidad de justicia, la apatía al descubrimiento de la verdad.
EL FUEGO INICIAL
¿Qué pasó en estos 21 años desde que se comenzó la
lucha por la verdad en el ‘83? La primera lucha la dieron las mujeres que
sufrieron en sus familias la desaparición de sus jóvenes: podemos mencionar a
Matilde Alonso -tía de Juan Carlos Andreotti-, Olga Molteni -madre de Liliana-,
Celia Korsunsky –madre de Sergio Eduardo- o María Tartaglia -madre de Lucía-,
siendo injustos en la recordación de sólo algunos nombres.
Las primeras denuncias del ’83 promovidas por el
originario Movimiento por los Derechos Humanos –Santa Rosa- y la Asamblea
Permanente por los DDHH –de General Pico- fueron luego amplificadas por algunos medios periodísticos
y expuestas formalmente ante el Juzgado Federal de La Pampa para su
dilucidación. También concretaron una presentación ante la flamante Comisión de
DDHH de la Cámara de Diputados que auspició la edición de un dossier que fue
distribuido a los organismos nacionales de derechos humanos y a la Comisión de
Desaparición de Personas (Conadep). Este gesto se correspondía con la época:
desde el Poder Ejecutivo se promovía un sumario al personal policial
comprometido con privaciones de libertad y torturas procediendo a su exoneración.
Pasaron los años y el contenido de ese documento fue
revivido cada 24 de marzo sin que las sociedades de la memoria pudieran vencer
el infranqueable muro levantado por las sociedades del olvido y del silencio.
No hubo, como se esperaba, nuevos gestos desde los poderes públicos que
persistieran en aquellas actitudes que constituyeron, por su oportunidad y
naturaleza, ejemplo nacional.
MARCHAS Y
CONTRAMARCHAS
En 1995 el dossier, ampliado con los elementos
recogidos hasta ese año, se convirtió en una nueva denuncia ante la Comisión de
DDHH en la Cámara de Diputados. Los fundamentos de la presentación eran obvios:
pese al tiempo transcurrido nada se había avanzado en la materia y los muertos
y desaparecidos pampeanos seguían como tales con un ingrediente más terrible:
la ausencia de la verdad hacía que prevaleciera sobre ella el discurso de los
asesinos. Esto es, que los desaparecidos no eran tales y que los muertos lo
fueron en enfrentamientos. Los legisladores, en forma sistemática, durante
estos nueve años se resistieron a considerar esta denuncia, lo que significó su
negativa a realizar movimiento alguno por la verdad histórica y por la
recuperación del nieto de María Tartaglia. Ese niño es ahora un joven que sigue
negado de su identidad. Al nieto de
María no desapareció: nos lo
desaparecieron, con lo cual se
consagra una ausencia cuya persistencia subleva la dignidad humana y ofende las
conciencias.
Hay otro elemento que los cómplices de la desmemoria
se niegan a aceptar. Es el que emana de la demostración fehaciente de la
coordinación represiva, con la cual se esteriliza la tesis de la ajenidad que
tanto se ha esgrimido para evadir responsabilidades.
En 2004, a diecinueve años de la primera
presentación ante la Justicia Federal, el actual magistrado y ante la puesta en
marcha que realizamos de ampliaciones y nuevas denuncias, resolvió declararse
incompetente y giró todos los antecedentes al juzgado que desde hace algunos
meses investiga los crímenes perpetrados en la órbita del Primer Cuerpo de
Ejercito, área a la que perteneció la Subzona 14.
HORA DE REDENCION
Por los crímenes cometidos en La Pampa ya hay trece
represores detenidos y un prófugo. Y también hay otros cuatro encarcelados que lo
están por su participación en el secuestro de Lucía Tartaglia y la desaparición
de su hijo. Si uno, tan sólo uno de ellos, decidiera romper con el mutismo de
tantos años, buena parte de lo que nos ha sido vedado se revelaría. Su silencio
descoloca a los exegetas de la redención. Es un silencio que se construye y
afianza probablemente al amparo de invocaciones más altas y más profundas.
Estos son los elementos centrales acumulados en dos
décadas. Si algún avance se ha logrado, es el de que conocer ahora, medianamente,
quién es quién. Por un lado, los dueños de las preguntas. Por el otro, los
poseedores de las respuestas.
Cuando la sociedad y sus representantes sostengan
con compromiso y vehemencia el fuego sagrado por resolver las deudas de la
desmemoria, allí estarán las Abuelas de Plaza de Mayo y los ejemplos de María, María Tartaglia, Olga Molteni, Matilde Alonso , Celia Korsunsky, …en
la cumbre de su formidable
fortaleza ética, oficiando de testigos.
jueves, 5 de septiembre de 2013
Utopía
Y una mañana luminosa Juan, María y los demás tocaron
el cielo con las manos. Esa noche descansaron. Fue un sueño reparador. Al alba
de la jornada siguiente comenzaron a mirar hacia arriba.
(Microrelatos de 33 palabras)
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