Estaba más flaco y se lo dije. Tanto
tiempo esperando, ensayando las primeras palabras y venir a caer en la vieja
rutina.
-
Estás más flaco.
-
Y vos no.
El abrazo fue más fuerte y prolongado de lo que ambos
habíamos esperado. Me estrujó, tomó asistencia, me miró con ojo crítico y
dibujó una sonrisa sin abrir los labios.
-
Tanto tiempo,
carajo – murmuró
No tuve respuesta. Es que fue demasiado tiempo.
Defendí mi bolso pero él me lo quitó igual. Con la otra mano me empujó hacia
adentro y ya no volvimos a intercambiar palabras hasta el almuerzo.
Me
detuve a examinar concienzudamente el fondo de la taza de café, tratando de
ganar tiempo y distancia. Ambos buscábamos la fórmula de desatar el pasado sin
lastimar, de sortear las preguntas que todavía no podían tener respuesta.
Levanté la cabeza y lo miré.
-
Y bueno…, ¿quién
empieza?
-
Siempre apurado,
eh. Tomate tu tiempo. Elogiame la biblioteca. Ahí está todo lo que pude
rejuntar.
No había cambiado. Bakunin y Joyce, Di Giovanni y
Miller.
-
Sos
incorregible. Sexo y política.
-
Andá, cronista
de cuarta. Arlt y caldén, ¿a quién le ganaste?
-
A vos no,
siempre me llevaste ventaja.
- Es que nosotros combinamos la teoría con la práctica
no como algunos que conozco, que no sé para qué mierda andan regalando a
Lefevbre a los amigos si antes no lo leen.
-
Fue para quedar
bien.
-
Ya veo.
La vieja Minerva estaba reluciente. Quitó el paño con
un gesto de amor que me estremeció. No, no había cambiado. El viejo gráfico
anarquista de siempre, romántico y testarudo.
-Hice
unas changas y le compré casi regalada. ¿No es preciosa?. Mirá, mirá, conseguí
este cuerpo setenta y dos en bold. Y en aquel estante tengo…
-¿Y Pedro?
- De veras que sos un apurado. ¿No aprendiste nada en
estos años?
- Si. Que nos llevan mucho tiempo de ventaja.
- ¡Pindonga!. Además de elegir mal lees mal. Y
aquello de que “el futuro es nuestro…”.
- El futuro, pero perdimos el pasado.
- Te equivocás. Aprendimos. ¿O por qué te parece que
tengo la Minerva ?
……………………………………………………………………………………………………..
La callecita era angosta y empedrada.
Un cuadro de Toscazo. A lo lejos, haciendo jugarretas con la perspectiva, un
enorme nogal desafiaba la luz del atardecer mientras los viejitas volvían con
las compras y los jubilados se sumergían en un truco mentido, ruidoso y
festivo. Miré pasar un carro y evité evocar, o por lo menos hice el esfuerzo,
algunos retazos de aquella infancia pueblerina tan distante.
-
Elegiste un
lindo lugar.
- No lo elegí, pero me gusta. Me quedará hasta que las
cosas se aflojen un poco más.
Nos despedimos con un abrazo más fuerte.
-
Andá, maricón,
estás llorando.
-
Avisá, boludo,
es el viento pampa.
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No, no todo había terminado.
Me lo contaron entre susurros.
Hablaron muy poco, apenas lo suficiente. Y todavía me resulta difícil
internarme en la comprensión absoluta del suceso. Estoy seguro que hay una
enseñanza, pero no entiendo. Corrijo: creo que no entiendo.
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Dedicó la noche para fundir toda la
tipografía y buena parte del amanecer a limar las puntas de plomo reluciente
coronando las vainas activadas. Cargó y arremetió.
“Díganle que
es cierto que aprendí,,” dicen que les dijo sin volver la cabeza.
Después los
enfrentó y apuntó. Fue un estruendo. Humo, corridas y ruido. Miles de letras
brotaron del disparo, configurando prosas
turbadoras impregnadas de sueños y nostalgias. Textos para no morir interrumpiendo la mañana. Los
poemas más bellos, las frases más
agudas. Nombres y apellidos seudónimos, Pedro, Juan, Rosa, María y los otros.
La danza de palabras ganó la calle, los huecos, los hombres .Caló en las
ranuras de las puertas y se elevó
perezosamente. Luego, el viento hizo el resto .Las palabras fraguaron mil
mensajes y esos enunciados s tomaron nuevos rumbos
En algunas
alboradas de primavera, cuando el sol se aproxima a seducir al mediodía los niños suelen juntarse para contemplar el cielo y leer en voz alta.
Algunas nubes dificultan la tarea, ero ya se irán.
PUMA
Junio 1986
(de Crónicas cortas de un tiempo largo)