martes, 22 de diciembre de 2015

Una causa, una canción

el viejo puente de Santa Isabel

"Nuestras vidas son los ríos..."


El primer expolio significó la inmolación  de los sentidos.
El segundo, de la razón.
 Sangraduras que aun palpitan.
Luego, la irrupción  del silencio en estas dilataciones sedientas  de la patria.
Ahí habita el germen de la música asociada al agua o a su ausencia.
En los susurros del cauce cortejando a la llanura y esa comunión del hombre y su paisaje.
Lo reveló  aquel  niño que comentó a Edgar Morisoli, “Vieras, señor, el pajarerío ”. Y con eso, dijo todo.
Quizás  la nostalgia se destile en la observación, porque las evocaciones nunca son castas y a menudo vienen de la mano de las tristezas.
Tal vez  haya que explorar en las memorias heredadas de 1808, año que subraya un hito aciago en el historial del despojo.
Tellis de Meneses, el señor comandante.
Luego vinieron otros, claro, hasta agotar el siglo e inaugurar el siguiente.
Menos mal que antes, ratificando los conceptos de la Patria Grande, Luis de la Cruz, el patriota, dejaba testimonio de su asombro ante la Babel de los Desaguaderos.
César Ércole Tamborini supo luego de las agonías de las vertientes. Cien años después, leguas  abajo  de la Puntilla, fue espectador de la maravilla  del agua cantarina. Tan fuerte fue la emoción que, a su regreso a Toay (donde fundaría la Banda Tamborini) plasmó “La marcha del Salado”. Acaso, la primera partitura asociada a nuestros ríos
¿Habrán cruzado sus pasos  este piamontés pionero y aquel ignoto cronista de Caras y Caretas que alcanzó a percibir tanto  esplendor?
Años más tarde, ya entrado el siglo, Ove Bock, el danés que  sentara las bases para la fertilidad del sur de  Mendoza   sería muy explícito. “Había  cierta gloria en la esquina noroeste  de La Pampa”.
Que lo digan si no los proyectos anticipatorios  de Edmundo Day imaginando una confluencia interoceánica a través de los cursos de agua superficiales.
Francisco de Villagra, el aventurero (cuyas  afiebradas obsesiones por encontrar al Lin Lin tanto desvelaban al querido Julio Colombato) acaso haya sido precursor de estas quimeras del mendocino.
La  singladura  de 1550 del enviado de Valdivia  a estos confines alumbra  otra incógnita: ¿habrá un legado, una herencia  espiritual afinada en un temple misterioso que pudiera darle sostén a una hipótesis sonora que tanto enriquecería este cancionero?
En el universo de las especulaciones no es aventurado conjeturar que ciertamente hubo música ligada al agua antes, mucho antes. Está habilitado para inferirlo cualquiera  que se introduzca en las fascinantes conclusiones  del trabajo de Mónica Berón relatando la junta, el encuentro de culturas celebrando negocios y cimentando fraternidades al costado del agua.
Ahí nomás, en Puelches, hace más de cinco mil años.
Y seguramente hubo una lamentación, una entonación fúnebre, dicha como letanía junto  los restos rodeados  de  sus ajuares, hace 8.600 años, en casa de Piedra, al borde del fragor del Colorado.
Pero todo esto, sujeto a las arbitrariedades de la elección, es –si se quiere- historia reciente.
Ahora sabemos que hubo otro cauce, otras   escorrentías  sonoras, argentinas (si se permite el juego de palabras) bajo lo que hoy es objeto de consideración.
En el pleistoceno, asegura el fundado trabajo de María Gabriela González (Santa Rosa, La Pampa, 2014)  existió un paleocauce de  asombrosa simetría con los actuales que otorga razones prehistóricas y geomorfológicas a las impetraciones por quebrar con las laceraciones de un desierto que divide. Esa  cicatriz que   resiente la soberanía nacional, afecta el desarrollo solidario de zonas productivas y construye una llaga  antrópica en el medio de la esperanza.
Desierto, el silencio. Como se sabe, la música se compone de ellos y resulta imperioso  su ordenamiento   para obtener gratificaciones al oído.
         Resulta  ardua la concordia. Porque el que el que el que desarmoniza  no es un Estado, tampoco un gobierno, Ni siquiera un partido o un conglomerado social. Es un concepto.
Hay otras razones que justifican  esta recopilación.
Se cumplen tres décadas de la primera iniciativa y han transcurrido casi dos  lustros desde la última edición. Poco o mucho según la perspectiva. Ya se sabe que el tiempo es una medida arbitraria del pensamiento.
Más allá de la mensura podríamos decir, apelando a un sarcasmo  de entrecasa que mucha agua ha corrido bajo el puente.
Las publicaciones precedentes están agotadas o ausentes en bibliotecas y colegios lo que conspira contra las intenciones de que nuevas generaciones se formen al influjo de las canciones vinculadas al agua.
Se ha ampliado el universo multimediático ofreciendo opciones novedosas, accesibles  y eficaces para extremar el objetivo de la comunicación.
En este contexto, una circunstancia tan auspiciosa como  ineluctable: la aparición de nuevos actores sociales y la asunción de la causa por parte de una  militancia joven, aguerrida, heredera y protagonista de momentos de lucha, movilización y resistencia como no existían antecedentes desde aquellas heroicas jornadas de la COPDRIP.
Esta nueva generación, nacida o crecida en el silencio del agua, es, asimismo, artífice   de poemas y melodías   que auspician un plano de sutura armónico entre  ellos y  los precursores  del cancionero de los ríos .
Nos hacen falta. Más ahora, en que se ha interrumpido el flujo  artístico y creador de Guillermo Mareque, chicho Cejas, Oscar Perna, Tucho Rodríguez, Paulino Ortellado,Humberto Urquiza, Néstor Masolo,  Julio Domínguez, JuanCarlos Bustriazo Ortíz, Guri Jaquez o Alejandro Gadán, artistas, trabajadores de la cultura imprescindibles que -donde  estuvieren -  auspician a los que vienen en clave de Sol.
En el plano ideológico y político también se suscitaron hechos sustanciales. La década se inicia con una presentación ante la CSJ por parte del doctor Miguel Palazzani. A ella se suma luego la decisión gubernamental de establecer una demanda ante la Corte Suprema de Justicia, por sus derechos de provincia condómina. Como correlato, emerge con vigor la internalización del concepto de derecho humano al conculcado por la inicua limitación de nuestros caudales.
Lo enumerado construye un corpus imposible de obviar y en  la configuración de un porvenir que destierre  la inocuidad, que persevere  en la memoria. Aferrados al concepto,  aspiramos, a que el  nuevo cancionero de los ríos, establezca un soporte eficaz  para la divulgación. La música como manifiesto de los desposeídos. Una publicación cobijando la canción que venza al tiempo en el camino a la restitución   de nuestros derechos  ancestrales.
Todo puede ser. Ya lo  sostuvo Bach, las disonancias más agudas se registran en las proximidades de las concordias.
Brindamos entonces por las nuevas sonoridades que refuercen la legitimidad del reclamo a voz alzada.
Una postulación para que el silencio troque en armonía y no haya más agravios a los sentidos.









domingo, 20 de diciembre de 2015

Poesía



La pampa se dilata en el poema. El perfil crepuscular de los jinetes inventa fantasmagorías en el horizonte y sus siluetas parecen brotar en el llano como estalagmitas pardas que el resplandor adelgaza y prolonga hacia el oeste. Los versos crecen y entusiasman mientras un trote pasuco repica hacia el amor o el desaliento... Cabalgan, se internan en la desmesura del viento o el jornal. Allá van, despacio y sin premuras porque este es un territorio para viajar sin prisas, para querer de a poco. Es gente de este y otros pagos, paisanos, desnudos de mayores alegrías, austeros en su andar como el paisaje que andan. Un triste fulgor empuja sus espaldas hasta el punto final que cierra la historia e inaugura razones para indagar destinos o tal vez, simplemente, para repensarnos. Los jinetes avanzan hacia algún sitio, cierto remanso de la luz que algunos sospechan o quizás conozcan. Luego, se apean para desaparecer en el interior de la carpeta que Edgar Morisoli cierra despaciosamente ante un auditorio que se crispa y sacude. El poeta despliega una amplia mirada por encima de sus lentes y queda callado.

domingo, 6 de diciembre de 2015

Testigos

Transcurre el juicio a los represores pampeanos. Es agosto y hace frío pero el cronista queda atrapado en la portería de la Cooperativa Popular de electricidad por el relato de Juan Gonzalía., visiblemente, indignado por la infinita galería de vilezas que desenmascaran las audiencias.  Con gracia y precisión rememora un puñado de acontecidos en los que intervinieran policías corruptos. Uno de ellos es heredado en su juventud de boca de su padre. Ocurrió en el sur, una patota de policías atracó a un hombre de campo, Sebastián Calfuán,  para despojarlo del dinero que llevaba. “Vamos a tener que matarte” le dijo uno de ellos a lo que el asaltado respondió:” miren que tengo testigos, señalando a los teros que sobrevolaban   la escena.  Hubo risas y un disparo. El crimen quedó impune por varios años hasta que uno de los asesinos –acaso inspirado por las libaciones y la presencia de una ocasional bandada de teros- articuló una frase desafortunada frente a un investigador perseverante y memorioso: “miren, allá van los testigos de Calfuán…”

(de la serie inédita "Rimas") 

domingo, 15 de noviembre de 2015

EDAD DEL PLOMO


Hubo una muerte impune y una víctima inocente. Luego otra. Y otras. El mismo patrón Asesinatos seriales, rememorarían con laconismo algunas crónicas de un siglo a otro.  La policía sospechaba de los historiadores.

/microcuentos de 33 palabras)

lunes, 9 de noviembre de 2015

¡ CATORCE MIL !

CATORCE MIL. El inapelable contador del servicio de Blogspot  ha indicado que en la primera semana de noviembre de 2015  esta página ha alcanzado las 14.000 lecturas. A poco más de dos años de iniciada en forma sistemática , nos sentimos muy gratificados por esta inmensa muestra de interés y afecto de los lectores.
Una cifra acaso inusual para una página  de autor, literaria y  del sur. 
Muchas gracias por la perseverancia. Retribuiremos  con el compromiso de mejorar y ampliar al máximo de nuestras capacidades.
JCP

sábado, 31 de octubre de 2015

Un hombre de temple


 

En los umbrales del recuerdo, en las costas de lo que fue  el caudaloso   Chadileuvú, quedó, en una jornada de bienaventuranzas,   boyando en el medanal,  un temple.

Lo dejaron  ahí aventureros, conquistadores,  buscadores obsesionados por el Lin Lin (la trapalanda) y sus augurios. Una forma  de afinar  que sobrevivió  al tiempo  buscando  prorrogarse en las guitarras que habrían de amanecer, siglos más tarde, en estas dilataciones de la esperanza que denominamos  La Pampa.

Para los que están al corriente, invocar   temple es describir  muchas cosas. Andan por ahí bellas melodías con la sexta en Re. Pero también sostienen, los que saben, que pronunciar “temple” en esta comarca es acrecentar su  enjundia e   invocar a un hombre y su guitarra.

Él constituye la  razón que nos convoca. Hermano, maestro, amigo, precursor de lo que llamamos cancionero.

¿Qué más exponer que ya  no se haya dicho? ¿Un exquisito compositor e intérprete? O mejor: un musiquero fino de extremada sensibilidad que descubrió  esa enorme ofrenda de armonías   aguardando  en las inmensidades del Oeste y las hizo suyas.  Las  recreó y  otorgó nuevos significados fundando una manera de latir , de sentir y de pulsar el encordado.

Estamos recordando, ya se sabe, al heredero de esa  singular afinación  que Bustriazo Ortiz, en el corolario de una noche embrujada, bautizó “del Diablo”: Guillermo Mareque.

Con él,  abrigado  entre las cuerdas,  anduvo febril por   mil caminos, abriendo la traza de otros tantos.

 Su existencia no  fue fácil en esas travesías. Fue ganando  tesoros  y perdiendo otros  de elevado costo.

Derrotas.

Desgarros del l corazón.

Menos mal que estaba su instrumento.

. Resuenan  por ahí los versos de Morisoli mentando al desgajado. Un retrato de vida y cofradía:

 

Y la chicharra del Verano

al verlo así, sin ramazón,

pasó de largo, cantó lejos,

muda la siesta le dejó

(…)

 

“Sabias maderas de guitarra

Tarde o temprano

flotarán…”

 

Y al fin se  plasmó, menos mal,  esta antelación auspiciosa  de la lírica.

Mucho le debemos, tanto como lo gozamos.

Aquel estilo, esta milonga, esa mínima caricia en las cejuelas para insistir  “te quiero” a la mujer amada.

Partió  hace poco y apenas  tuvo tiempo de  musitar  adiós.

Se lo llevó un cortejo sinfónico  por esa  huella bardina  que nadie tapa

-se fue,… pero no se fue. Engaños de los sentidos, jugueteos  del subconsciente...

Cada tanto retorna   para  recordarnos, apelando a un sabio magisterio musical,   con  qué  recursos  se vence al olvido y la distancia.

Lo hace una  y otra vez y no se cansa. Entra, parroquiano y patrón de un boliche orillero  y se sienta a confirmar que está de nuevo cada vez que alguien lisonjea  un diapasón y asoma, curiosa, una calandria.

domingo, 18 de octubre de 2015

Acerca de El Encuentro

EL ENCUENTRO
 El amanecer se apoderó del paisaje he inundó totalmente la fachada del boliche de Chacharramendi. Juan Bautista acabó de aprestar el Lobuno y aceptó el paquete que el Turco le entregó en silencio mirándolo a los ojos
 -Gracias- dijo y le tendió la mano.
Luego se estrecho en un abrazo con el poeta.
 -Cuídese, que el vino no le gane.
 -Apúrese, que la muerte no lo alcance.
 Ambos partieron con rumbos distintos.

 (Fotogramas de una realización de "Un poco de cultura" -1990-de Canal 3.Basado en un cuento en el que Juann Carlos Bustriazo Ortíz se interpreta a si mismo junto a inés Godoy, Osvaldo Stefanazzi y José Depetris)

martes, 13 de octubre de 2015

El hombre del Potemkin

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domingo, 11 de octubre de 2015

Sombras, nada más (1)



Era un perfecto triángulo amoroso. Hasta que ella decidió apagar la luz para desnudarse de sus sombras.

(de la serie de microrelatos)

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Lorena

(postal de viaje)
LORENA
        
         “Era más fresca que el río…”
         Nos regaló una sonrisa al cruzar la calle Robertou Galli, a media cuadra del Herodion Nada más, un guiño generoso y plebeyo como prólogo de la pregunta suspendida en el aire. Un signo de interrogación fundado en horas inapropiadas y  esa minúscula verdulera de ocho bajos  abrazada a su pecho. Respondió  con mohín gracioso y  acarició las  teclas  inaugurando sortilegios con  apenas tres tonos que harían palidecer a más de un consagrado.
         Iba con otra niña, acaso su hermana mayor, flauta dulce y más encantos. Nuestro inglés Hupumorpo tan  solo condujo a vislumbrar la sospecha de  un nombre, Lorena, y usufructuar   melodías  que todavía nos acompañan.
         Ni siquiera intervino una  demanda, una alusión fundada en las  urgencias  del presente.
         Luego fue en la terraza  empedrada  que conduce a la Acrópolis, solita.
         Musitaba, cabeza abajo,  una canción melancólica  para un público ausente. “Dinatá, dinatá..!, es posible.
         Anochecía en el próximo encuentro. Demorado en las tres notas y una conversación frustrada en el acceso a Plakas.
         Refutadores de leyendas se detuvieron    en una teoría gestada en la misantropía. Por cierto, de todas las especulaciones  plausibles solo cabe  una consideración: una piba  y la calle.
         En esos días abundaron crónicas de chicos en las calles.
¡Ay, si estuviera Tejada…!
 Cuatro –según la aséptica contabilidad de un relator afónico-  en el interior de un camión abandonado en Austria. Otros que parecían dormir en una playa aciaga del Egeo. Cientos en Siria.  Víctimas, de omitidos victimarios, alimentando noticieros impiadosos y analistas  neutrales.     
Niños. Y niñas, para no contrariar a los exégetas de género.
         Sebastiao Salgado los retrató en las desolaciones de Ruanda y en las resolanas  de Sudán. Nick Ut  hizo lo mismo entre el humo  de una carretera  a Saigón tratando de evitar que  el olor acre del napalm turbara sus sentidos.
Iba tras ellos  Moamen Oreigea, al Este de Gaza, en su silla de ruedas.
         Estampas del Viejo Mundo.
         Lorena nos despidió  en silencio casi al amanecer de agosto al borde de la extinción. Otra palmada  y un ademán de adiós sin futuro.
         Un mínimo   coloquio,  porque su idioma  era inexpugnable y nuestra comprensión, atroz.

Cuando nos alejábamos rumbo al Pireo se nos antojó -por imperio de esos peregrinos jugueteos de la conciencia- que la señora Angela Merkel tampoco sabe griego. De ahí su dificultad para comprender  a niños como Lorena.

martes, 15 de septiembre de 2015

Procedimiento


         Cuando le sonreí se tranquilizó. Extendió su brazo sin alzar la vista Dije: “está bien, andate”. Examiné su espalda algo encorvada y me detuve en la nuca. Tenía una mancha de nacimiento. Apunté

(de la serie microrelatos de 33 palabras)

lunes, 31 de agosto de 2015

Tres mujeres



Postal de viaje
TRES MUJERES

(Gracias Mónica)

         Antes de partir exhortó a un amigo para que se internara en el monumental alegato de Viñas de Ira en la que John Steinbeck propicia una moralidad que los saciados de todos los tiempos resisten. En las páginas finales una mujer que acaba de perder a su niño amamanta a un anciano moribundo. El texto, tan bello como turbador, acaso haya acrecentado las ofuscaciones de ese tal  Eugene Mc Arthy que colocó a Steinbeck  en un lugar expectable de su miserable lista.
         Tres días  más tarde, en  las galerías del Museo del Prado, atravesadas centralmente por susurros alemanes y japoneses, una viajera llama la atención sobre una de las esculturas aledañas al sitio donde imperan  Las Meninas. Despertando un sinnúmero de emociones la figura de  Antonio Solá  interpela  y provoca. En “La caridad romana” una hija  visita a su padre condenado a morir y ofrece sus pechos para que se alimente. El anciano succiona mientras la muchacha, sabedora  de  las consecuencias de su acción vigila atentamente hacia el exterior de la celda.
         La escena genera más adhesiones que rechazos, es sobrecogedora e inquietante. Pero no constituye la única trasgresión. Hubo una, anterior, consumada   por el curador de la sala, que  ubicó la obra acompañando  lienzos de gran porte tal vez más conservadores y previsibles. ¡Bien por él!
         Esa noche, la alegría y desenfado sienta sus reales en la bulliciosa peatonal Montera. Mozas  encantadoras prometen porvenires venturosos recostadas en los árboles de los canteros medulares o en los umbrales de los negocios abundantes en neón y turistas.
         Una de las chicas repara en un anciano que ha subido la cuesta y  exhausto toma aire para recobrar aliento. Ella tiene ojos claros y cabellos  de miel. El  hombre es canoso y por sobre sus espaldas encorvadas asoma parte de una trenza que se va deshilachando sin remedio. Se alcanza a percibir un aro en el lóbulo izquierdo y esa mirada ceniza  que hemos visto en hombres  tristes.
La muchacha cruza la calle hacía él dilapidando fragancias y le musita algo en el  oído. El hombre inclina su cabeza y no responde. Ella insiste otra vez. Y otra, hasta que logra modelar el atisbo  de un mohín auspicioso   en su rostro. Sin intervalos  la joven lleva el dedo índice a sus labios lo  apoya en  una de las comisuras del viejo para  recorrer todo el itinerario de la boca hasta construirle un puente de saliva. Asoma, tímida,  una sonrisa. Él articula una palabra de gratitud que queda náufraga en la calle porque ella ya ha retornado a su puesto. Eso, nada más. Ni nada menos. Tres situaciones, rimas del  cosmos, tres relámpagos  reveladores  en las desmesuras  del ser humano. Tres  mujeres,  al fin,  ejerciendo su magisterio de prorrogar vidas.







miércoles, 5 de agosto de 2015

Los rostros y las sombras

dibujo: José Vallaldares



            ¿Cómo creer en el hombre que desde el cartel de su candidatura exhibe una juventud que no tiene?. Cabelleras donde hay calvicie, pieles tersas donde imperan las  arrugas, talantes  bondadosos en lugar de semblantes crispados. Rasgos de una moral travestida.
            Los rostros y las máscaras, aquí está el título de un nuevo libro. El afanoso, como estéril, intento de ocultar un dato comprobable de la realidad concita la inquietud ciudadana. Porque los rostros, ya se sabe, son los espejos del alma. Carteles de una campaña pasteurizada que insiste que los “batata!” son una invención de la prensa.
            Politólogos condescendientes reducen la cuestión al rubor estético. Los escépticos, esa raza canalla insidiosa, indican que no hay pequeñas o grandes, las mentiras son siempre mentiras.
            Resulta un ejercicio subyugante detenerse en la contemplación de los carteles policromos. Los que están más cerca del poder ostentan amplias sonrisas; la oposición inmediata apenas la esboza. En los restantes el gesto es de gravedad o de infranqueable hermetismo. Hay caras que lo dicen todo y las hay que no dicen nada.
            El afán rejuvenecedor o embellecedor transporte a los candidatos a varios lustros atrás. Aquí, quizás haya un mensaje subliminal. Por cierto, resulta difícil descifrarlo. Hace veinte años las consignas eran de liberación en contra de la dependencia y las proclamas  registraban los términos de esta contradicción: brazos en alto, dedos en V, puños cerrados, gestos de un pueblo en marcha.
            Hoy hay solo caras. Probablemente un indicio de cómo transcurre el funeral de las ideologías. Hoy el drama nacional se expresa en la contradicción: corrupción o decencia. Buena, pero cualitativamente inferior.
            Caras. Se nos  antoja que la angustia argentina tiene que ver más con lo gastronómico que con lo cosmetológico. A la hora de la verdad el atribulado ciudadano de estos días asistirá el domingo 3 a la ceremonia de elección de caras. Deberá optar por la que le inspire más confianza, por la que interprete su ideal de belleza, por aquellas que le asegure que el voto es el pasaporte para la obtención de una mejoría tan notable como la que logra la publicidad de la mano de las artes gráficas.
            Demasiadas dudas para el ciudadano. ¿Será por eso que al cuarto donde se registra el acto de elegir le dicen oscuro?

(domingo 3 de octubre de 1993-publicado en diario LaArena)

domingo, 26 de julio de 2015

Raulito



Puto julio de frío, desamparos e histerias colectivas. Para qué hablar si fue en julio, también, el mutis por el foro de Julio Colombato, Oscar Perna y el Gringo Nervi ...
Y ahora Raulito. La muerte lo aprehendió de noche y a traición, reiterando en forma de metáfora callejones de su vida.
Didácticas de la sobremuerte.
Raulito, constructor de esa dialéctica que gozamos y padecimos, que le hizo ganar el mote, para nosotros, de entrrecasa, de “Raulismo”.
No salen las palabras, puto invierno de manos frías que no le arrancan a este teclado una mísera idea redentora, un buen réquiem, un miserere adecuado para la ronda de la tristeza, para subirse a la ronda de la tristeza y exorcizarla, acaso, con algún chiste pavo de su inagotable galería.
El Raulismo che, amigo y camarada. Hoy lo recordamos, emergiendo entre el humo espeso de una madrugada en la redacción, para dilatar el cierre por si Ansa Latina o la BBC regalaban una migaja so-bre el secuestro de Aramburu o aquella vergonzosa huida de Saigón.
Cuando los chafes del plomo y de la sangre lo arrancaron de sus pájaros les gritó tan fuerte que todavía resuenan sus denuncias en el firmamento sonoro de los justos. Proclamas que cada tanto retornan a la calle Independencia escritas con cal, para que nadie olvide. Lecciones de dignidad, tan bienvenidas como necesarias en este país del face-boock y la tilinguería. Gritos, demandas potentes. Por eso no hicieron falta altavoces, hace poco, en Rawson, cuando un juez, un tribunal y los canallas volvieron a escucharlo.
Ellos, los miserables, lo saben bien; cuando debió callar, calló.
Raulito ríos o salinero. Cronista nictálope en esta comarca de sombras. No hay dudas que está dentro de las coordenadas de Brecht.
Raúl Celso D`Atri, el Raulito
Maldito corazón. Maldito frío que no le saca al teclado un adiós más justiciero.
Se fue, menos mal que lo llevamos adentro.

viernes, 17 de julio de 2015

Un viejo mar

El viento abofetea la pradera. Ráfagas poderosas castigan los surcos hasta desfigurarlos. La erosión afila sus colmillos.
       El  hombre que lastima sus ojos  frente a  esta sublevación de la naturaleza no ve arena. Ese manto sinuoso que se desenrolla caprichosamente entre las lomadas, ese torrente que fluctúa  y pone faldas a los flamantes alambrados, que construye una simetría  ondulante que gratifica la imaginación y acrecienta  el disgusto de los dioses, no es arena.

 ¿Acaso ese muchacho que juega con las palabras, que pretende  de las palabras un oficio, ese muchacho, digo, que responde al nombre de Ricardo Nervi, se atreverá algún día a describir, a explicar, qué es esta marea desenfrenada, este atolondramiento  de los sentidos, esta promesa flagelada, a la que muchos - probablemente por costumbre u ocio - se empeñan en describir de una sola manera?
(capitulo 20 del Hombre del Potemkin)

viernes, 26 de junio de 2015

Raconocimiento del INADI


El instituto Nacional contra la Discriminación dispuso otorgar una serie de reconocimientos con motivo del vigésimo aniversario de su creeación. Estas instituciones y personas, integrantes de diversos colectivos sociales fueron : Luis Alberto Dentoni, Rosa Audisio, Agrupación Somos Diversidad, Ana María Lasalle, Armando Lagarejo, FM Libre 93.5 - Radio Cooperativa, Mónica Rodríguez, Edith Gazzaniga, Fernando Giayetto y Juan Carlos Pumilla. Fue gratificante y enaltecedor formar parte de este grupo. Con algunos de ellos me une una amistad entrañable fraguada en luchas de tantos años. A otros los conozco por su brega en causas nobles. Soy depositario de un diploma que tiene un dueño plural. Lo recibí en nombre de los que luchan toda la vida, según la categoría más alta de Bertolt Brecht, de las víctimas pampeanas del terrorismo de Estado y de tres mujeres ejemplares a las que debo enseñanzas vitales: María Tartaglia, Olga Molteni y Celia Jinkis de Korsunsky. En la fotografía , regalo deCandela, con su mamá, la indoblegable Mónica Rodríguez
.

domingo, 21 de junio de 2015

Evocaciones

El Negro Pumilla es huérfano de padres desde muy niño. Fue criado entre internados y potreros y se ha hecho grande en andurriales donde no penetran  los neutrales. Cada tanto, deslumbra a los niños en los domingos de Bernasconi haciendo malabares  inimaginables  con el balero, acertando a blancos imposibles con la gomera o confeccionando minúsculas  tarasquitas que vuelan tan alto que apenas  pueden verse. En ocasiones los chicos presentan quejas ante su esposa: no vamos a jugar más con el  Alfredo, lloriquean, siempre nos gana a la arrimada y con su ojito puntero nos quiebra todas las bolitas. Él escucha y calla. No encuentra  palabras o no sabe explicar de otro modo que los aprendizajes en la vida son  platos que se comen calientes.

lunes, 1 de junio de 2015

NI UNA MENOS

COTIDIANO
epite que la quiere. Una y otra vez, como una plegaria, en voz muy baja. Ella asiente con los ojos cerrados y la cabeza baja. Se afana por abrirlos para verificar si miente.

(microrelatos de 33 palabras)
DIBUJO. Mariela González

miércoles, 29 de abril de 2015

miércoles, 15 de abril de 2015

Vals en La Gloria


Pequeño vals aun sin nombre. Una musicalización de Alejandro Cucha Rodríguez sobre un texto de Juan Carlos Pumilla.  interpretado en el curso del aniversario de La Gloria el 12 de abril de 2015 por los Herejes Bebedores de la Noche.

La casa es el umbral

  La casa es el   umbral ( Mínima canción de contingencia) Retumban   esas   suelas...