domingo, 21 de febrero de 2016

Ofrenda

(foto Andino Digital)


Si pasábamos este domingo podríamos jugar la final del zonal con los de Pampero de Guatraché. Linda perspectiva, ser reconocidos en la Liga del Sur y acaso estrenar casacas nuevas. Pero falta mucho para eso. Ahora estamos enfrentando a los de Sporting Hucal. No parecen  muy habilidosos  pero tienen empeño y son fuertes. De eso se encarga la viuda  de Bencich: tenerlos bien alimentados  y contentos con la promesa vaga de alguna extra en la quincena. Nosotros hicimos la campaña con mucha garra y por eso llegamos hasta  aquí, algo inquietos e ilusionados. Enrique probaba su cábala una y otra vez. Escupía hacia el centro del eucalipto de la entrada e iba repitiendo los disparos. Si lograba dibujar  una “E” mayúscula era de buen augurio. Oscar, en cuclillas, sostenía la cabeza con las  dos manos en tanto estudiaba el precalentamiento de los rivales. Julio se esforzaba por meter   el tiento de la pelota entre el encordado porque, aseguraba, cada vez que cabeceaba el maldito tiento le marcaba la frente. Francisco estaba ensimismado, en un rincón, como siempre. No había demasiada  onda con él por su retraimiento. Por eso y algo más: salía con Griselda, la chica de nuestros sueños. La piba más linda del pueblo y la estrella  del barrio “Las Catorce Provincias”. Su casita era una de las más alejadas pero no conozco a nadie que en algún momento de su vida no se haya aventurado entre el  tamariscal,  desafiando  los perros de don Samuel,  sólo por una mirada de sus ojos oscuros.
 Por ahí andaban mis pensamientos cuando el Negro Ludueña tocó el silbato y los de Hucal se vinieron como si supieran. Hubo un primer tiempo para el olvido y un segundo de hacha y tiza. Casi al borde del complemento   el ruso Ivanoff nos metió un gol  como para la tapa  del Gráfico. Menos mal que ahí estaba Francisco  que primero le hizo un caño al ruso y luego la colocó en el ángulo conquistando el empate que nos llevaba a los penales y, quién sabe, a las diagonales de Guatraché.
No es un misterio para nadie  que los más inútiles van al arco. Yo soy uno de ellos. Tengo la única camiseta de Unión Deportiva que aun mantiene su intenso color verde. Me la estiro por enésima vez por si acaso se hiciera más ancha para tapar el inmenso arco. Estaba en eso cuando se arrimó Francisco hasta ponerse a mi lado. El Negro  ya había ubicado la pelota en el punto del último penal.  Francisco  me puso la mano en el hombro y preguntó:
-¿Tenés miedo?
Contesté avergonzado con un leve cabeceo.
--Tomá dijo extendiendo su mano derecha.
-Qué es- pregunté con cierta inquietud. .
Se acercó y susurró media docena de palabras al  oído .Sentí que mis mejillas enrojecían.
            Hubo una interpelación trunca suspendida en el aire y una  respuesta anticipada.
-¿No te lo imaginás?
Lo miré boquiabierto
-Dale.  A mi me dio suerte.
Refrené el  impulso inicial de retraer los dedos y, tras una breve vacilación, se  los ofrecí cara arriba con premura. Francisco,  labios apretados y mirada concentrada, comenzó a restregar sus yemas contra mis  palmas con disposición y energía.
Pensé…  Bueno, no les puedo contar lo que pensé.
 Hay emociones que tornan, a la razón, analfabeta.
Cuando el grandote de Hucal propinó  su feroz guadañazo mi cuerpo se arqueó y los brazos se alzaron como si quisieran tocar el cielo. Los ojos bien abiertos. Las manos,  tan extendidas, que hasta podrían atrapar  al sol. 







domingo, 14 de febrero de 2016

Ronda feroz en el Parque Infantil

hamacas del Parque Oliver

         La niña se balancea.
         Sus pupilas se han dilatado como un sol azorado.  Un enorme sol detenido en un punto infinito en el que no se observa nada.
         Su cuerpo es delicado y la leve brisa basta para columpiar a la niña que ayer nomás sustituyó a su ajada muñeca de pañolenci, ojos de nácar y cabellos claros, por cuatro paredes grises con olor a guiso.
         Ella… ¿ella es…?  La doméstica, dicen unos con cierto rubor en las mejillas.  Sirvientita, recalcan otros, ¡pero ché, la fámula!… en fin,… esa muchacha, murmuran las vecinas tras las ventanas entornadas.
         -La he visto hasta hace poco jugar en los baldíos.
         - Nosotros, cada tanto, pasamos por su casa allá en la villa.
¿Ella es la de los bailes del domingo?
         -No. Es la chiquilla que juega a las muñecas cuando culmina con la limpieza de las casas.
-         - ¿Esa? ¡pero si ayer la vi, cruzando la placita!
         La niña se balancea.
         Mansamente, quizás porque tiene todo el tiempo del mundo.
         Dicen que corrió y hasta gritó en la tibia noche del poblado. Pero no hubo quien concluyera en que no son las mismas vociferaciones  que suelen imperar por las tardes. Chilló.  Su frágil cuerpo de niña se introdujo    furioso en el juego que alguna vez soñó de otra manera.
         Acaso hizo algo más. Seguramente arañó, babeó, lloró, se arrastró.  En fin, todas esas cabriolas que realizan las niñas cuando son niñas.
         Estas materias colman el universo coloquial de las comadres en la apacible aldea que era Santa Rosa en los años treinta.
         -Sobre eso, señor, nada sabe la policía.
         La niña se balancea, como siempre quiso hacerlo en ese sitio y nunca tuvo tiempo.
         Se mece.  Por última vez en el Parque Infantil. El lugar de hamacas y escondidas.

sábado, 6 de febrero de 2016

QUE VES CUANDO ME VES

(publicado en LA en 1994)

            En la Argentina del primer piso alguien asoma al balcón por donde pasa la gente y mira. En la del subsuelo otro alza los ojos hacia el cielo y ve. Son dos maneras de contemplar en este país de los desvelos.
            En el país de arriba rinden culto al altar del movicom mientras Dios toma sol en Punta del Este asediado por la prensa de la otra orilla. Abajo, en tanto, una multitud de promesantes desfila para tocar a San Cayetano.
            Al que ve no le gusta lo que ve. Los de arriba lo han educado para que reniegue de si mismo. Es la paradoja está el punto de contacto: ambos odian lo mismo.
            Fukuyama sonríe en las alturas; el nos ama. Pero….¿qué es esa sombra que avanza desde Chiapas?
            Zapata cabalga nuevamente en la desmesura americana. Aquí en tanto, el héroe nacional es el Malevo. Pronto será un nuevo Bairoletto. Aquí hasta Videla puede ser un nuevo Bairoletto.
            No, Videla no, porque en el país de los olvidos Videla nunca dejó de ser un hombre ejemplar.
            ¿Ves lo que yo veo?
            Cuenta Osvaldo Bayer que en Brasil se lanzó una campaña para evitar que la gente mantuviera animales domésticos porque estos, cuando escapaban, penetraban en la fronda alternando la armonía de los animales salvajes. Al mismo tiempo decenas de miles de hectáreas de bosque eran arrasadas por las multinacionales. Es como dijo don Atahualpa: a veces el árbol impide ver el bosque.
            El ejemplo aflora en razón de que en el país de los diez millones de habitantes por debajo de los límites de la pobreza y otro tanto haciendo cola para ingresar nos embarcamos en un debate tramposo, apresurado y falaz donde la Constitución es la convidada de piedra.
            En la patria de abajo el hambre danza un tanto lastimero y feroz; el llanto aumenta el fango y es cada vez más grande como portafolios en el PAMI.
            En el país de arriba la música es Light y celestial. Hay que mirar hacia delante, no hay que quedarse, viejo.
            En la Argentina de los que se miran el ombligo la realidad es una pelusa.

Acerca del hambre

En el Museo de la Historia habrá un contenedor. En su interior un zapato sin suela, una silla de tres patas, el mango de un hacha, acaso un ...