UVQ/TECNICATURA DE GESTION DE MEDIOS COMUNITARIOS
HISTORIA DE LOS MEDIOS DE
COMUNICACIÓN
Prof. Daniel Badenes
TRABAJO PRACTICO N° 2 (Entrevista)
Entrevista a Juan Carlos Pumilla:
LA APARICIÓN DE LOS MEDIOS, EN EL DESIERTO
DE LA PAMPA PROFUNDA. EXPERIENCIA
PERSONAL
“La propuesta es aproximarnos a
la historicidad de las tecnologías mediáticas a través de narraciones
subjetivas, a partir de trayectorias sociales de la vida” (…)”Estamos
contribuyendo a una historia localizada, reflexiva…” (Prof. D. Badenes –Clase
6-HMC-)
Empiezo por el final: fue un placer escuchar la voz
pausada, la palabra justa, el recuerdo exacto y la nostalgia que afloraba
en esa
esforzada búsqueda en los vericuetos de la memoria por los detalles que
se escapaban…como revolviendo un viejo baúl y sacando del fondo retazos de momentos precisos, inolvidables,
perlas preciosas que, hicieron del relato un viaje emotivo y conmovedor.
Mi entrevistado: Juan Carlos Pumilla, ( le decimos
Pinky, Puma, a la izquierda en la foto)), un viejo amigo, colega y admirado
luchador por todos los derechos. Trabajador de la palabra, de la idea, de la
cultura, de la historia, del pasado y del futuro. Periodista y escritor.
Inclaudicable testigo de su tiempo: hombre de palabra y de acción. Reclamador
insobornable de Justicia. Es innegable
su aporte personal a la construcción de memoria, verdad y justicia en La Pampa.
(Allí están presos, en la unidad penitenciaria de Santa Rosa, los represores
condenados por la violación a los derechos humanos durante la dictadura del
76., y también están en el Monumento a la Memoria, las placas con sus nombres,
de los pampeanos desaparecidos,).
Le
propuse, entonces, que me contara como habían sido la sucesivas apariciones de
los “artefactos modernos” que nos traían voces , música e imágenes, en su vida.
Y nada más escuché. Esto es lo que me contó:
“... la devoción por la radio nace en Puelches. Para los que no conocen
digamos que estamos hablando de La Pampa profunda, donde la densidad poblacional
era del 0,01 habitante por kilómetro cuadrado.”
(“Fue en un lugar llamado
Puelches,/en La Pampa ancha y salada./Había salido a buscar las cabras, perdió
el rumbo y no supo volver./ Se le insoló la flor de su dulzura. Murió de sed./
Tenía seis años y se llamaba Miguel Oscar Ferreyra Casayaupi./ “Salió buscando
las cabras”, canción- Poema N 6 del libro “Agua enjuta, guitarra”, del poeta
pampeano Juan Carlos Bustriazo Ortíz)
“ Mi madre había sido designada directora de la escuelita de Puelches y mi
padre que trabajaba en Santa Rosa viajaba los fines de semana desde la Capital.
La Pampa aún era territorio
nacional. Desandar esas distancias
constituía una ventura, una travesía que
los viajeros coronaban felices por
llegar a ese oasis que todavía se nutría
con las prometedoras aguas del Curacó.
Aquel día fue una fiesta. El camión de Ruiz
Pérez, que cada quincena transportaba las provisiones al poblado desde General Acha,
depositó en la escuela una voluminosa caja que fue abierta con ceremonia y
expectación por parte de la media docena
de vecinos del lugar. En su interior yacía, reluciente, una Phillips de onda
corta y larga. René Tentham, el encargado de la estación meteorológica corrió a
buscar una batería de las que cargaba con su molinillo y al poco tiempo todos
quedamos extasiados con los primeros balbuceos de la Phillips que, sin antena, apenas reproducía los ruidos
afónicos de una estática que aun así -
para todos nosotros- era la representación misma de la modernidad.
La década del cincuenta apenas
debutaba y la radio nos introducía en ese
universo portentoso y mágico de la comunicación. Ahora que ya estoy con
varios almanaques encima y he dejado
atrás al niño de Puelches milito en el campo de la conversación (más que
la comunicación) pero no dejo de valorar
la fabulosa trascendencia que para toda mi generación ha tenido esa Phillips de
gabinete de madera lustrada a través de la cual accedimos a un mundo
maravilloso.
De esa época
provienen mis primeras palabras en ese inglés Tarzán que nunca he llegado a
perfeccionar. Pero por muchos años la radio fue
la broadcasting, los locutores
speakers , la el reportaje intefview y los cantantes crooners.
Todo venía a través del éter. Todo, desde las recetas de Gandulfo hasta esa palabra tan ominosa y funesta que Delfor, en su revista Dislocada, deslizó
un día para iniciar y identificar una
práctica y una ideología. El formidable conductor dijo “gorilas” “deben ser los gorilas, deben ser” y la definición
impregnó todas las décadas posteriores. Hasta hoy, como se puede apreciar.
El nefasto proceso que se autodenominó Revolución
Libertadora tuvo su costado benéfico en
el plano familiar. Mi padre fue asignado al frente de la Agronomía de Bernasconi y mi madre destinada a la escuela número 15. Hasta allí nos
acompañó la fiel Phillips con apenas algunas rapaduras por el paso de los años.
Los hados y las ondas eran propicios en Bernasconi. La Phillps tenía mayor alcance que en
Puelches, de manera que nuestra vida cotidiana fue ordenada en función de los horarios del Glostora Tango Club,
el radioteatro Los amores de Josefina
y, por supuesto la Revista Dislocada que era el programa que concitaba
la adhesión general.
Con el paso del
tiempo Delfor se mudó de Radio Argentina
a Splendid y el bendito éter no beneficiaba su
buena recepción. Afortunadamente de
pronto surgió en Radio Belgrano una opción tan desconocida como maravillosa
para toda la familia: Los Cinco Grandes
del Buen Humor. Zelmar Gueñol,Juan Carloscambón, Guillermo Rico,Rafael Carret,Jorge luz
Era tanta la atracción que
generaban esos genios que un día se quemó una de las válvulas de la querida
radio y peligraba la emisión del
domingo. De manera que mi padre comenzó una afiebrada pesquisa que lo
llevó de apuro a San Martín, un pueblo
distante veinticinco kilómetros desde donde regresó con la ansiada
pieza. Ese día fue también una fiesta: por la cara de satisfacción de mi padre,
por el programa y por un dato que ahora se me hace muy visible: la radio
establecía un código común,
fortalecía y discernía gustos. Pero, fundamentalmente, nos unía.
Las válvulas de las viejas radios, que rememora Pinky,
conservadas como trofeo de aquellos días…
_Quizás tuviera alguna percepción
elemental de esa circunstancia o
acaso sea por pura casualidad. Lo cierto es que entre mis tesoros personales
más preciados que he podido conservar y defender a lo largo de estas mudanzas figura una pequeña válvula que ya
mismo te paso a mostrar.(foto) No es aquella que nos devolvió a Jorge Luz , Los
Pérez García y a Odol Pregunta.
Pertenece a otro receptor entrañable pero, qué
duda cabe, en cierto sentido es la misma.
La Phillips se quemó por culpa de una vela que olvidé sobre la cubierta
una noche que no quiero recordar. Ya teníamos electricidad en Bernasconi
pero el fluido se interrumpía a
la medianoche de manera que la radio seguía siendo el contacto nocturno con el
mundo. Coloqué el candelero para poder sintonizar y eso es todo lo que diré.
Mi
padre compró luego una supertaylor que armaba un técnico muy ingenioso de Santa
Rosa, el señor Antonio Outerelo. _De puro precavido la encargó con una caja de
válvulas de repuesto.
Para ese tiempo ya había ingresado a mi hogar un
flamante tocadiscos Winco y con él el
sortilegio de Nat King Cole
primero y Enrique Guzmán luego. Estoy consciente que el Winco forma parte de
las añoranzas y leyendas de toda mi generación. Diré entonces, solamente, que
cuando decidí a unir mi vida a la de mi compañera Raquel ella sumó a la pareja
otro Winco. Jóvenes, con mil necesidades, sorprendíamos a los visitantes con
esos preciados bienes que una jornada
aciaga el imperdonable Celestino Rodrigo
nos obligó a malvender.
Ya había tenido una experiencia anterior con un reproductor de discos.
Era ajeno pero, en cierto sentido, también propio. Se trataba de una ajetreado
aparato RCA Víctor (creo qué de ahí proviene “victrola”) que pertenecía al Club
Unión Deportiva Bernasconi. En algún momento me confiaron el manejo del RCA y
yo me sentí el adolescente más importante de la comarca. Daba manija, cada
tanto cambiaba las púas, repasaba cada disco de pasta con una almohadilla de
terciopelo rojo. Fui, sin saberlo, un discjockey pionero. Todavía tengo gratas
evocaciones de cuando mis padres salían a bailar y me prodigaban un guiño
cómplice para que les pusiera su tango favorito, La cumparsita. Eso si, con las
variaciones de Enrique Rodríguez. Raquel, buscadora de tesoros y heredera de
estas reminiscencias, adquirió hace unos
años un reproductor Decca con las mismas características de aquel RCA. Desde ese momento, aun luego de mil andares,
siento que todavía sigo en Bernasconi.
En los inicios de los sesenta la familia fue un mes de vacaciones a
Buenos Aires, a la casa de una tía que había
entronizado un monumental televisor en la sala de estar. ¡La imagen, qué
maravilla! Todavía no lo sabíamos pero
esa caja de madera y vidrio inauguraba una tendencia que tan
detalladamente describiría Sartori medio siglo más tarde. El tío Humberto
estaba muy orgulloso con esa adquisición que le había comprometido los salarios
de todo el año. El Zenith (si la memoria no traiciona) tenía un vidrio combado y por delante el tío,
con mucho deleite ante nuestro asombro,
colocaba una placa transparente tricolor ideal para ver los paisajes de
Bonanza. El efecto resultaba algo incongruente en los planos cortos pero no
dejaba de impactar en los añorados sábados del Club del Clan.
No conservo recuerdos de la marca de mi primer televisor. Tengo memoria
del primero en la familia, un pequeño Noblex que esporádicamente dejaba presentir el fantasma
de una imagen emitida desde el canal de Bahía Blanca. Hemos pasado horas y
horas frente a esa pantalla en blanco y negro tratando de adivinar alguna escena
que nunca se produjo. Pero ahora que lo pienso no cuenta tanto la marca ni el aparato sino sus
circunstancias. Por sí mismos, no son nada. Es como el teléfono de Bell. Su
formidable importancia no radica en el primero, sino en el segundo.
Pero si bien la televisión fue valiosa
no tuvo en nuestras vidas la trascendencia y significación de la radio.
Probablemente porque la radio era ingrediente esencial de la imaginación o tal
vez por su carácter iniciático en alguna parcela de nuestra existencia. Cómo no
advertir su decisiva importancia en
aquellas estremecedoras jornadas del
país tan negadas en el plano interno a la que solo accederíamos a través de las trabajosas emisiones de
Radio Colonia. En aquel tiempo comencé a
respetar y admirar a una figura señera
que creó un magisterio en el arte de la comunicación: Ariel Delgado. Cada vez que las estridencias de la marcha de Souza
emergía de los parlantes señales de alerta se desplegaban en la audiencia familiar. Esos ecos aun resuenan
cuando los sones de Barras y Estrellas emergen en los informativos de
Crónica. Creo que García tuvo la
astucia de percibir para su provecho la garrafal significación de la cortina identificatoria de aquella
radiodifusora y la manera en
que sus singularidades impactaban en el
imaginario nacional.
Digo todo esto para subrayar una especie de moraleja. Estuvo bien,
realmente muy bien, que hubiera en Uruguay una alternativa a la afonía de las
frecuencias argentinas. Pero está mal, realmente muy mal, si tomamos esto como
un dogma y dejamos que nuestra realidad sea contada con ojos ajenos.
Los albores de otro
golpe me encontraron viviendo en Santa Rosa y fue altamente gratificante reencontrar a un costado feliz de mi
niñez en las añoradas emisiones de
radioteatro que con tanta puntualidad y
persistencia Radio Nacional nos
regalaba. Las dos carátulas, teatro de la humanidad. Un ciclo irrepetible y
lamentablemente poco emulado.
Esa época produjo un curioso fenómeno. Uno escuchaba Nacional en su
intimidad pero al salir a la a calle una
voz familiar, muy a tono con los contenidos de LRA 3, seguía nuestros pasos en el exterior. Era la propaladora Argentina de Alfredo Dalmiro Otálora que durante lustros se encargó de acercar
noticias de último momento, indicar turnos de farmacia e imponernos de los
aconteceres nacionales y del mundo. A través de Otálora, “Piquito de Oro”
supimos de la muerte de Kennedy o los pormenores de la última película de
Tyrone Power. Luego vinieron otras propaladoras, claro, pero no tuvieron la misma
importancia ciudadana. La de Antonio Goncalvez o la de Guillermo Fernández ,
que finalmente sucumbieron tras la aparición en el firmamento radiofónico de la
emisora comercial LU33.”
(Quizás sea ilustrativo, acerca
del rol de la propaladora, señalar
que en los episodios de la Revolución del 9 de junio de 1956, con fuerte
protagonismo en La Pampa,” la propaladora recordada por Pinky, fue tomada por los revolucionarios”. Cuenta Norberto Asquini, en su libro: ( Días
de Odio- Ediciones CPE, 2011 – Página 117)…”Encabezados por Phillipeaux,(Jefe
de la unidad militar sublevada) después de tomar la Casa de Gobierno y antes de
marchar a Radio del Estado, pasaron por
el local de la Propaladora Argentina, ubicada en el bulevar Roca, a una cuadra
de la plaza central. Porque su propietario Alfredo Dalmiro Otálora, no
quiso acudir al llamado, tiraron abajo la puerta y lo detuvieron. Este
declararía
luego ante la justicia que
fue golpeado en la cara con la culata de un arma. Bajo amenazas, lo obligaron a poner en funcionamiento el
altavoz y a leer una proclama que convocaba a la revolución. Luego se
marcharon y dejaron afuera, de consigna, un agente de la Federal”.)
“Contemporáneamente
se habilitó el canal estatal de
televisión, LU89 Canal 3 y su puesta en
marcha operó como precursora de una década en la que explotan en el firmamento
de los medios locales y regionales infinidad en pequeños emprendimientos de frecuencia
modulada y señales de televisión que aun hoy se conservan. Viven y sobreviven ,
del brazo y a los codazos ,disputando grillas, , actuando como repetidoras,
repitiendo fórmulas, invadiendo frecuencias,, inaugurando conceptos… un
abanico inmenso de alternativas que al tiempo que democratizó el procedimiento
fragmentó la audiencia y fraccionó
fervores.
Así, los que por años clavábamos el dial en Splendid, El Mundo,
Belgrano, Excelsior…nos encontramos ahora haciendo zapeo radial buscando febrilmente las mejores opciones en una oferta francamente
abrumadora cuyos contenidos –y
objetivos- quizás se relativicen por tamaño volumen.”
Y aquí, Pinky, trae un
recuerdo que compartimos:
“Por cierto eso no sucedía cuando los dos, vos y yo, emprendimos aquel
ciclo radial por LU37 de General Pico. Esos días enriquecieron mi vida y le
dieron sentido. .Fue en los albores de la democracia y el Curacó era una herida
reseca e insolente atravesando el Puelches de ayer. Hicimos “La Pampa, sus ríos y su gente” con un fervor y energía
que ahora añoro . Denunciamos la sed de los abajeños, y apelamos a la dignidad
de un país para que se ofenda ante el
despojo. Me siento honrado de haber compartido contigo esa cruzada y, a la
distancia , cualquiera fuere lo que
acontezca con nosotros, estoy más que seguro que ese programa, hecho con dos
pesos con cincuenta, una cassette pregrabada
mil veces y una frazada improvisando una sala de grabación, nos
absuelve en el juicio de la historia.”
(Es oportuno aclarar que La Pampa sostiene un reclamo, frente a Mendoza,
por apropiación de los caudales del rio Atuel , que definitivamente dejó de
escurrir por nuestro territorio. Este reclamo es causa popular y siempre constituyó
parte de nuestra lucha; el programa mencionado por Pinky, entre otras
iniciativas. Incluso por estos días está en marcha un nuevo Juicio contra la
provincia hermana).
“Por un lado la radio. Por otro, el cine. Nunca mensuré cabalmente la
gravitación que este medio tendría en mi vida. Un día luminoso, en todo el
sentido de la palabra, don Samuel Nandory
puso en marcha en Bernasconi el Cine Bar Duchac. La inauguración tuvo impacto zonal y todavía reverberan en las memorias de los
pobladores del lugar los pormenores de aquel acontecimiento. Nandory sólo
tenía un proyector, de manera que las
películas se emitían por actos. Entre
rollo y rollo Samuel servía sándwiches de jamón con manteca amarilla a los parroquianos de las mesitas del salón que aprovechaban las pausas para beber litros
de cerveza y comentar los pormenores del
film. El operador a menudo equivocaba el orden de los rollos circunstancia
que provocaba el estupor del público a la par que suscitaba funciones surrealistas.
Lo cierto es que en esa sala fui conmovido por películas señeras, entre ellas
Pasaron las Grullas o El Acorazado Potemkin, que signarían buena parte de mi
destino.”
(J.C.Pumilla es autor del libro “El Hombre del Potemkin”-Fondo Editorial
Pampeano-2003, en la contratapa se lee:”Un adolescente asiste a la proyección
de la película “El Acorazado Potemkin” en un cine pueblerino. Cuarenta
años más tarde descubrirá que un marinero de esa nave vivió en su provincia
y pudo ser espectador de la misma función” Se trata de Pablo Bilozuk, ucraniano
,nacido en 1880, marinero del Potemkin que de alguna forma recaló en La Pampa ,vivió
en Winifreda y falleció en el Asilo de Ancianos de Santa Rosa el 28 de mayo de
1967)
“Todo comenzó con un
proyector Cinegraff que coronó
uno de mis cumpleaños más sentidos
y siguió con otro de 16 milímetros marca Hollywood que se hundió en
los vericuetos de un malhadado préstamo del cual sigo arrepentido. Ahí se definió
uno de mis oficios, el de guionista que me condujo, por esas cuestiones del destino, a participar de la Primera
Semana del Cine Nacional, que desde hace más de dos décadas se despliega en todas las salas
de la Provincia. El azar quiso que coincidiere en una mesa con Jorge Luz. A poco de iniciar el
diálogo puso énfasis en destacar que se sentía muy contento de visitar
estos pagos por primera vez. Con algún
pudor, no exento de emoción, asumí mi
calidad de anfitrión para comentarle algunas peculiaridades lugareñas. El
aceptó la información con amabilidad y
quedó callado. También hice lo mismo
para no turbar sus pensamientos y
ahora –con el paso de los años- me siento arrepentido por ese silencio. Debí
decirle, con el corazón pletórico de agradecimiento que se equivocó al decir que era su primera vez en estas
inmensidades , Ya estaba con nosotros –como uno más en la mesa- desde aquellas inolvidables jornadas
radiales de Puelches y Bernasconi…”
Hasta aquí el relato (“La
conversación, que sin embargo, no puede ser comparada a otras formas de
indagación”.- D. Schwarztein)
Eduardo Nelson Nicoletti
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