a Raquel, Rubén, Jorge y Gringo,
burladores de los Guy Montag)
de siempre
Al segundo envoltorio lo inhumé un atardecer de noviembre
bajo del duraznero .sordos ruidos, repicaban, a lo lejos. El anterior resultó un fracaso: quedó alojado en el corazón de un
caldén seco en el baldío del olivar junto al barrio renacido y al cabo de la primera verificación ya no estaba. Nunca nadie, vecino, alguno dejó
indicios de su hallazgo y menos, de su destino. Para reír, o llorar.
En esas ocasiones,
nos consentíamos un recreo para la distensión.
Lo reiteramos cuando Marta y Roberto confesaron que ubicaron el suyo en el
lugar donde luego se emplazó una cabina
de gas y más tarde, la casa. Cuatro décadas, aun no se resignan.
Otra caja asumió Pablo De Pian, sin preámbulos, un crepúsculo plagado de silencios. Se la llevó a Mar del
Plata y permaneció allí, hasta su reintegro. Hubo además la bolsa que
aceptó JR, La simplificación del nombre quedó de herencia del malo de la serie
Dallas. Pero él es un bueno: JR, Jorge Oscar Rojas., que la paseó por tres
mudanzas, su matrimonio y el primer hijo, sin decir nunca ni mu.
Raquel defendió todo lo demás, ya se sabe. Veló por tres tesoros, tres secretos, un concepto.
Rubén Outerelo se hizo cargo del resto,
paciente, hasta mi regreso. Rubén, el niño que salió del Rayo Rojo y tanto fue Hopalong Cassidy como Gerónimo, siempre
justiciero.
(El
único resguardo
Que
Raulito me confió
con
tanto esmero
fue a
caer a manos
de un
conjetural aliado
traicionero)
Están de vuelta. Vienen del destierro, ajados, corroídos, fragmentos salpicados por
la sal del tiempo y tantos entierros. Allí, en el anaquel de los incunables la
argumentación que alguna vez persuadió a
Sartre haciendo compañía al que nos aleccionó sobre los infantilismos.
En otro, las tesis de un mes de otoño y la colosal refutación a Kautzky
sostenido por una piedra pintada ,nueva,
y un Quijote de bronce, viejo. Más acá, junto a la cerámica del Eternauta . los
poemas del anciano maestro Ho traducidos por Emilio Jáuregui. Cerrando la
última fila el anuncio de la presencia del pie del verdugo en el umbral. Todos están, todos. No hace falta decirlos, ni siquiera sus títulos, los
lectores lo saben y sabrán elegirlos.
Hay otros, docenas de ellos, alineados por tema o por premuras, por
hedonismo o estudio .Líneas de bancarrota o de poesía, exorcismos lanzados al
futuro tras un no pasarán que requiere de algo más que su formulación... Textos
precursores de extremada sabiduría,
líneas portentosas, almacenes de ideas, nunca subyugadas. Como un milagro de la
palingenesia, cada tanto emerge uno, desde el interior de una revista doblada o
un hule desvaído. Asoman para decirnos aquí estoy, nunca me olvides…
Cada tanto los
miramos sin verlos. Sabemos que están allí, estoicos, desobedientes, aguardando
una atención piadosa que los justifique nuevamente., De
vez en cuanto, cada vez en espacios de tiempo más dilatados, los dedos
recorren, en un prolijo inventario de supervivencia, la costra de los lomos,
sus nervaduras…así las manos, en un ejercicio de clarividencia, los adivinan en
tanto articulan una elegía en el pensamiento,
una ponderación de la época, bendiciendo contenidos que comparecen desde tan lejos Tan
viejos, tan actuales.
Acaso alguna vez, si un brote de inspiración fuera
posible, geminará una lisonja para todos
y cada uno de ellos y para todos y cada uno de las fraternidades que se impusieron, gallardos, al ominoso
espectro de un estante vacío.
Tal vez sea en otro
equinoccio de memoria amanecida. Una consideración
cabal y justiciera, para aquellos amigos
que, al igual que los libros, prorrogan nuestra vida.
Marzo 2017