miércoles, 12 de diciembre de 2018

Un arma cargada de futuro

UN ARMA
CARGADA DE FUTURO
Todavía perseveran, en los socavones de la  UNLPam,  los ecos de la apertura de la muestra fotográfica “No fue una isla”. Auspiciada por   esa casa de estudios. Fue, entre otras cosas, una manifestación de coherencia  institucional habida cuenta que la universidad se ha constituido en querellante en el segundo juicio a los represores de la Subzona 1-4.
Un buen sitio, por su  carácter propiciador de ideas y debates, para desafiar al dogma y sostener que una imagen puede ser generadora de mil palabras. Turgueniev respiraría aliviado.
La exposición, que permanecerá abierta el tiempo necesario para que toda la comunidad académica, o el ocasional  público que asista al aula magna,  ingrese o reinicie un contacto con estos inquietantes documentos de las audiencias. Sesiones en las que se juzga a los autores de las articulaciones más atroces que se puedan concebir en el plan genocida que, ciertamente, involucró a la academia  de manera directa.
Dagna, Paula , Ceci, Milton y Adrián, los autores, perpetuaron en sus registros relámpagos  intensos de las audiencias captando rostros, situaciones, gestos que repugnan, duelen o estremecen. Víctimas y victimarios habitando, tal cual el escueto recinto del Colegio de Abogados, el mismo espacio, frente a frente, en un extraordinario recorte de un momento histórico que preserva para el futuro una didáctica de la memoria.
Porque estas fotos, que parten de una matriz creativa, que se dilata más allá de la técnica o la apertura del diafragma, perforarán el  prevenir abriendo paso a una  refutación que la propia manifestación lleva por título.
Se trata de una contribución sustancial de arte  propensa a  aniquilar la neutralidad y el descompromiso. Porque  cada detalle, ángulo, cada elección de color, revelan  una opción ideológica que torna a estos fotógrafos en militantes de una de  las causas más nobles a que pueda aspirar el ser humano: la verdad.
Búsquedas graficas de   un año de sesiones que se dilatarán en el nuevo trimestre. A lo largo de este lapso, hemos sufragado – querellantes, empleados del TOF y la fiscalía, periodistas, componentes  de los grupos de asistencia- una fraternidad que las exteriorizaciones de emoción  y gozo volcadas a los artistas esta mañana, confirma y nos proyecta hacia la posteridad impregnados  de esperanza.
Quienes hemos tenido la fortuna de convivir y trabajar  junto a maestros de la imagen como el Gringo De Pian, Joaquín Rodríguez, Horacio Echaniz, Eduardo Pérez… percibimos en la presentación de la jornada que su  legado se salvaguarda y enriquece con estas miradas tan comprometidas, tan jóvenes. Observaciones   a  través de las lentes que catequizan a las cámaras en una herramienta de combate. Una exteriorización (gracias GabielCelaya) cargada de futuro.




sábado, 1 de diciembre de 2018

Indispensable vecindad

Juan Carlos Pumilla - Raquel Barabaschi


Anoche, en una ceremonia pletórica de emoción, junto aRaquel  Barabaschi, hemos sido objeto de un reconocimiento en el Concejo Deliberante deSanta Rosa por nuestro quehacer en el campo de los derechos humanos. . Fue una postulación de luchadores sociales y representaciones del campo popular que centralizaron en nosotros un abrazo institucional que pertenece a un inmenso colectivo que cada jornada suma una cuota de lucha por la defensa de las libertades y la condición humana. En el acto también fueron distinguidos vecinos y organizaciones que con  su quehacer nos hacen la vida más llevadera y bella. Recibimos nuestros diplomas sabedores del compromiso que encierra y gratificados  por la presencia de infinidad de rostros amigos. Anoche, todos,  hemos dado un paso más  consolidando  una fraternidad inexpugnable con la que avanzamos con mejores perspectivas hacia la conquista de un futuro distinto y mejor.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Un miserere por la parda

Maria Remedios del Valle

mujeres
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Imprecisiones de la historia consagran la primera injusticia. Nació en 1766 o 1767 y murió, según el mismo rigor documental, a la edad de 78 a 81 años, entre el 28 de octubre y 8 de noviembre.
María Remedios del Valle Rosas, su nombre atraviesa las tinieblas de la memoria en estos días en que la crónica cotidiana relata incertidumbres locales y hemisféricas y aflora por doquier un pregón segregacionista en ascenso difícil de torcer.
Acaso conociera por vez primera a quienes residían en las antípodas de estas lucubraciones pichettas. Moreno, Belgrano o Castelli, (el primero recién llegado de Sucre) en las decisorias jornadas de resistencia a la segunda invasión inglesa en estas costas. Todavía no lo sabía, pero ya entonces era una de las mujeres fundantes de la patria.
Un lacónico parte de guerra la ubica en los Corrales de Miserere, junto al Batallón de Castas en que militaba su marido, resguardando los pertrechos, arcabuceando, aliviando heridas.
Más tarde, junto a su esposo y dos hijas se enlistó como enfermera en el Ejército del Norte. Huaquí, Ayohuma. Éxodo y derrotas fraguaron su temple que no pudo ser doblegado por nueve días de azotes con que el invasor la castigó por su rebeldía . Su piel fue América y la espalda el mapa de sus ríos indomables.
Fue en la pampa de Ayohuma donde se consolidó el mito. Ella y sus niñas, tres muchachas sorteando atascaderos, entre las trincheras, para salvar vidas, ofrecer consuelos, cavar las tumbas.
Niñas de Ayohuma abriendo surcos, penetrando laboriosamente en los manuales escolares, gestando postulaciones para futuras emancipaciones color verde.
Nadie sabe cómo pudo retornar a Buenos Aires, mientras la estela de su leyenda flameaba testaruda en las estribaciones de Potosí, en las riberas escarlatas del Desaguadero.
Llegó sola con sus desgarros, acarreando tres laceraciones espirituales en su corazón, compelida a desandar el nuevo siglo guerreando contra la indigencia y el olvido. ¡ Pobre parda!, tan triste, tan desguarnecida, acosada por ese designio ominoso heredado de Vilcapugio.
Viamonte la reconoció, lustros más tarde, conviviendo con la soledad en las inmediaciones de la Plaza de la Victoria.
Mendiga de las calles. Recolectora de las sobras en las trastiendas de la Recova, fue convertida en Madre de la Patria por un edicto remiso, una mitigación desvaída por el tiempo, que a duras penas pugna contra las impiedades de la desmemoria.
Valga, en estas efemérides inciertas, menguadas por el Reino de la Vorágine, para la enfermera parda del bueno de Belgrano, señora capitana de mil batallas, esta elegía.
MARÍA DE AYOHUMA
María de los Remedios
quién lo diría
tu sombra crece en los llanos
de la porfía
Cuando la historia cante
sobre tu vida
no quedarán cantores
que no la digan.
María Remedios, parda
con tus dos niñas
Venciste en Tucumán
pampas de ira.
María de Valle Rosas
en Ayohuma
arde la patria mestiza
pura bravura.
Cuando la historia cuente
de las batallas
tendrá que sumar también
tus cicatrices
La Niña de Ayohuma
tan silenciada
Le sobran los honores
en las ranchadas.
Nueve días de azotes
por tu bravura
¿podrá el olvido acallar
La desmesura?
Muchacha del Valle, triste
fue tu destino
leudan por ti estas coplas
de contraolvido.

jueves, 1 de noviembre de 2018

Elogio del escrache

Luis Baraldini- registro Cecilia Fotos
En el corazón del perenne movimiento independentista catalán comenzó a latir, sin precisiones de tiempo y lugar, un nuevo vocablo para expresar la indignación popular. La voz “scratch” floreció un buen día y se quedó a vivir hasta ahora. Alguna vez, cuando el viejo Merlí recale por estos pagos, le preguntaremos si es cierto que su origen viene, precisamente de ese solar de impiedades que por allí, cada tanto, acostumbran llamar “las colonias”.
En el Perú, “le dicen El Roche” y En Chile “Funa”, viene dena voz mapuche que alude a algo que se pudre.
Aquí la Agrupación Hijos la tomó prestada del lunfardo e inauguró sus acciones de denuncia sobre el paradero de los apropiadores convocando a localizar a los autores de la última villanía cívico militar.
En la madrugada del lunes su mención cobró vigor porque un atento y enérgico grupo de militantes de derechos humanos decidió no dejar pasar por alto las prebendas de que goza Luis Enrique Baraldini a contrapelo de su prisión domiciliaria consagrando una inequidad de graves connotaciones.
Esta acción motivó que el hombre, acaso el más conspicuo del plan represivo en La Pampa, luego de Iriart, por supuesto, estableciera una denuncia por agravios y perjuicios. Se añade la violencia, pero a nadie se le escapa que una vociferación es microscópica confrontada a una picana en el estómago o en la vagina o la rebelión carapintada.
Por el contrario, tiene sus connotaciones benéficas. Es una voz de alerta, una acción de salud pública que previene y repara.
Ignoró, el letrado que constituyó la acusación ¡en el fuero federal!, que el escrache es una actividad lícita mientras persevere una hilacha del Estado de Derecho. Porque alude a una manifestación popular de repudio e indignación en que sus propiciadores sólo persiguen el objetivo que la raíz del vocablo indica: sacar a la luz algo que se pretende ocultar, amplificar una denuncia no centralmente contra del sujeto que es objeto de la acción sino para alertar a sus vecinos de los peligros, significación, proyecciones que esa presencia corporiza.
Por otra parte, funciona de ida y vuelta. Lo saben muy bien los que han padecido las furias de la condena social.
Los griegos, que acaso fueron los primeros en acuñar un término que englobara el sentido íntimo, la enorme gravitación de su significación, la llamaron “Alétheia” y forzamos su inserción en este texto sólo por el placer de escribirla y por su sonoridad al escucharla.
La Pampa y Santa Rosa tienen un sazonado historial de escraches en los tiempos presentes. Todavía reverberan los ecos del botellazo por el Atuel frente a la Casa de Mendoza en Buenos Aires. Los dos últimos que recordamos se registraron en el curso de las masivas marchas contra el acuerdo del gobierno con el FMI y tuvieron, ante la ausencia de responsables visibles, las sedes de la UCR y Cambiemos.
La acción del escrache se agota en sí misma, no tiene ulterioridades aunque algunos, aviesamente pretenden concluir que su grado de convicción, volumen o firmeza reviste una connotación violenta.
Una estadística casera de los escraches en La Pampa concluye que sus consecuencias no son distintas en intensidad a las exteriorizaciones de bronca disgusto de un choque en la esquina o la reacción de la doce ante un arbitraje tarambana.
Hubo quienes, en el paroxismo de la interpretación, quisieron ver como feroz la estampada de huevos acontecida en ocasión de la visita del presidente a Santa Rosa. Soslayan, los del dedo admonitorio fácil, que un huevo estrellado contra el vehículo acorazado sólo podía herir orgullos y sus derivaciones son mucho menos perniciosas que un globo con agua lazado en las carnestolendas.
A fuer de sinceros debemos subrayar que sí hubo un escrache que culminó en bravata. Fue en el curso de aquella misma visita del presidente, en el acto organizado por los impulsores del PRO. Un representante de los pueblos originarios quiso iluminar la situación de ignominia que padece su comunidad y fue molido a golpes.
Celebramos los escraches como el corolario de una articulación ética del cuerpo social. Un gesto de dignidad colectiva, que enfrente al oscurantismo y sus exégetas. Necesario flujo de energía vecinal promoviendo claridad sobre circunstancias e individuos que lesionan y comprometen la aspiración de fundar una sociedad tan justa como nos merecemos.
Registro de Cecilia Fotos

viernes, 12 de octubre de 2018

Lalo

Juan Carlos Pumilla - AldoTartaglia

Hace exactamente un año, cruzados por los rigores de la reserva, en una ceremonia solitaria, plebeya, pletórica de alegría, celebramos la recuperación de Victoria La nieta de María Tartaglia, hija de "Anteojito", que ayer mismo, sus ojos velados por el llanto, despidió los restos de su tío refugiada en el brazo de Graciela y Lucía.
A su lado, Enrique, Popy,Vicky, Euge, María Lis e infinidad de familiares, amigos y militantes que lo extrañarán en los foros, las marchas, las tomas, en las plazas. Allí donde una injusticia siente sus reales.
Ha muerto un luchador, un muchacho de barrio, buen amigo y compinche. Cuando María nos dejó se puso al hombro la causa familiar (acaso esté mejor decir la causa de los pampeanos), hasta coronar este reembolso de identidad que trasciende a la persona y torna dignas todas las luchas por la memoria.
Podríamos sostener , adheridos a la sentencia de Lu Sin, que Aldo Lalo Tartaglia no ha muerto. Pero para que el concepto se encarne en el corazón deberá envejecer el tiempo, extremar el porvenir, porque ahora, en este preciso momento, el dolor supera cualquier consideración de la conciencia.

viernes, 14 de septiembre de 2018

Raquel Barabaschi


Días de juicio
…………………………………
RAQUEL BARABASCHI
La vi llegar con su pañuelo verde
y aquel  cartel arropado entre sus brazos.
Se fue veloz  a colgarlo  con un lazo
por si acaso la memoria se nos pierde.

Hubo un café, que su hermana trajo,
luego el cerrojo de  una celda oscura,
en las alturas renacían los lamentos
de un tiempo en que la muerte fue a destajo.

Allí se  hundió por  un pasillo largo
donde la noche revive en su acechanza
una lombriz de sal, ese  recuerdo amargo.
más tarde  fue la luz, la calle y un abrazo.
                ………….
La vi partir  y en sus pupilas color  jade
aletearon  mil pañuelos, como pájaros,
ebrios de sol pidiendo que se quede
para abrigar  aquel  cartel en su regazo
              …………..
En unos días más esa mirada clara
medirá la distancia entre dos plantas.
Ondeará la  demanda   en ese espacio
desde el cual la memoria nos hermana.

(agosto 2018, tras la inspección ocular a la seccional Primera)


sábado, 8 de septiembre de 2018

Pibes de la noche



Cubren con el hueco de sus manos
 su quinta inmolación de la jornada,
brasitas de ocasión, humo y sudor
los pibes de la calle, tan callada.

Uno avecina ramitas al fogón
y otro arroja una botella desahogada.
La  penumbra  arropa una ilusión,
hada fugaz, ciega de luz, disparatada.

A medida en que  la noche se embaraza
y un Dios hereje esquiva una proclama,
los pibes en  la niebla  avivan ascuas
por si acaso el calor resucitara.

En las orillas el trono está en la esquina,
y el barrio  es un reino de entrecasa.
Suburbios de este  Sur que se dilata
y culmina   en la ciudad como  una trampa.

Una luciérnaga  alumbra retiradas
se van, cabezas gachas, embozados,
brillos  furtivos,  no alcanzan a ocultar,
esa angustia que se crispa en  sus miradas.
………………………………………
(Están allí mis hijos,  mis hermanos
mis nietos de un futuro, desahuciado
escribo mis pancartas, las levanto
y me subo a sus sombras, hasta abrazarlos.
……………………………………………
JCP
Agosto 2018

miércoles, 29 de agosto de 2018

Ciro

días de juicio
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Fue hace unos momentos mientras agosto desplegaba sus furias. Acudimos al lugar donde ahora se impone su nombre. Nos resulta familiar; desde hace meses la planta alta del Colegio de Abogados es escenario donde la memoria  pugna  contra la impunidad, el silencio, el olvido…
En ese sitio, desde el inicio de las audiencias, el nombre de Ciro Ongaro emergió  en estremecidos  testimonios de centenares de víctimas que fueron dispensados  por el afecto, defensa, sus prodigaciones  de aliento y esperanza.
Fuera del calendario, acudimos al piso superior para ratificar,  fortalecer la cofradía el abrazo con sus hijas y nietos. Nos mancomunaba la honra a un amigo, al maestro, un luchador de causas nobles y a menudo perdidas. Conocimos a Ciro Lisandro Ongaro en una etapa de mocedades y nos perpetuamos  en su hospitalidad,  el cobijo de un nido, porque su hogar era una pajarería  y sus paredes, refugio. El ya constituía  un ejemplo y transitaba sin premura hacia la leyenda.
Pero no se trata este texto de fundar una semblanza. Más bien una crónica de ocasión y acaso de desahogo.
La ceremonia de imposición  de nombre del  que alguna vez sostuvo, ante un  auditorio atónito, atestado y probablemente compelido por el morbo que “algo huele mal en Dinamarca”, para referirse a la Justicia,  fue todo lo desacartonada que  puede esperarse de hombres anclados a sus   corbatas.
No permanecimos en la sala mucho tiempo. Nos fuimos, expulsados por una insolente incongruencia: la presencia, en el panel, de un orador que está en  las antípodas de lo que representó Ciro. Distancia abismal de ese  pensamiento y práctica que hoy constituye su enorme legado. Esa herencia  espiritual que hoy  usufructuamos los que estamos de este lado de la grieta.
Momentos antes el presidente del Colegio puso en práctica la  ucronía. ¿Dónde se hubiera ubicado 0ngaro ante la disyuntiva de las dos bibliotecas del Derecho. La respuesta no dejó lugar para hesitaciones: del lado de la dignidad del hombre, de la cultura popular, del humanismo, de la lucha por un mundo distinto y mejor.
Está claro, y con esto fundamentamos nuestra retirada: si uno de los términos de la opción fuera la neutralidad o el olvido, Ciro hubiese optado por la  lucha colectiva y la memoria. Si la disyuntiva condujera a la comodidad o la resignación, el querido maestro no vacilaría en desplegar sus velas hacia la utopía.
Brindamos por ese magisterio.

(foto de Pablo De Pian. Al centro Ciro Lisandro Ongaro en el curso de una asamble en el marfco de la huelga salinera)


viernes, 17 de agosto de 2018

La noche de la memoria


Quién sigue tus pasos, general. Te escoltan tus guerreros, espectro que vagan por las noches en busca de la luz. Allí están tus glorias, general, trocadas en el bronce al que el viento de agosto va cubriendo de herrumbre. ¿Te escoltan los recuerdos, general, pero no son los recuerdos los que quedaron sobre el mar para albricias de los nietos?. ¿Y tus cuitas, tus lunas, los misterios, tus dolores, soledades y miserias? Todos están allí, integrando el cortejo. Pero…¿quién sigue tus pasos, general?.. La respuesta está en la lava y en el trueno, en el fulgor azul que eleva una torcaza, en el fragor de mayo y en el reloj del pueblo que avanza, lentamente, paso a paso.

viernes, 10 de agosto de 2018

Pañuelos en la calle

foto: Dagna Faidutti

Porque América, --tierra del futuro--,
igual que la mujer, vence de echada.
(Jaime Dávalos)

Putas, mitómanas, asesinas, golpeadas, arrastradas, humilladas... Uno pretende disponer  qué hacer o decir de  ellas. Cualquier cosa, lo que  nos venga a mano. A las manos. Empero crece  la sospecha de que, en  cada articulación cimentamos nuestra propia capitulación. Porque ellas, desde los umbrales mismos de la historia, siempre  nos llevan la ventaja: cavilan en claves insondables,  acarrean el  misterio de la existencia en las entrañas y  –ya está probado - van a hacer  con sus cuerpos lo que se les cante…
Si vuelven a nacer
serán como los pájaros
 Ya lo sostuvo  el trovador, en la bruma fugaz de la utopía, en ese atardecer  del país  que fue.
 Retoñaron los  versos en miles de endechas nostalgiosas. Temples como puños empinados en  otras voces, en otros tiempos, otras brasas  avivando la luz de los fogones.
Ahora verificamos, tras los desvelos  de  una noche inenarrable, que aun  en la  frustración, ellas, las putas de la historia, han doblegado la estolidez y la ignorancia.
Volcán de lava verde, pañuelo en ristre,  derramaron  por  las calles   sus  certezas, concebidas de gracia y alegría.
Coral de las mochilas
 son sus  corazas
  Dávalos retorna con sus coplas y ellas están allí para esperarlo. Noctámbulas, luciérnagas. A cielo abierto, brazo  alzado, puño en  alto, desafiando ofuscaciones y lloviznas. Acaso , como si nada.
Porque esas muchachas, al igual que las Madres, como  el Cid Campeador en  su última batalla, renacen  en las plazas. Asoman en  cada esquina de este Sur   que las ampara. y se levantan, cuando todos las piensan  derrotadas.

sábado, 28 de julio de 2018

Mujer que dice no

Salvadora Medina Onrubia

MUJER QUE DICE NO
(a  Raquel)

Salvadora dice no, al general de la furia… además, insiste en su desprecio. No hay redención posible para   los que doblegan sus  almas cimentando  placebos de libertad retaceada. Mitigaciones  de la  conciencia. Menos mal, Salvadora. Comparece, melena bermeja   y corazón fogata, a negarle su claudicación al general de la rabia. Alzando un poema, esgrimiendo  un puño, abriendo una caricia con letra de matriz  amanecida La imagino, salvaguardada de las ofuscaciones de una moral  beata, navegando en   la  marea de los pañuelos verdes. Fuera de su tiempo. Venciendo   sin  olvidos  al general del odio. Atravesando todo,  quién sabe cuánto, ¿acaso  más de un siglo?  Para no sucumbir, solo mujer, consintiendo  rigores de ancestral latido. El   siglo forastero  la consagra trajinando,   plebeya entre bastones y  chisteras,   hasta alcanzar  a  Simón para decirle ¡vamos! a un porvenir incierto. Simón de los abrazos, Simón de los océanos, aquel  de la Protesta. Muchacho Radowitzky, vengador de  memorias. Las  nuestras, las  de siempre. Brisas  a cielo abierto. Y ella, luchadora, emergiendo de la bruma de un manto de desvelos. Vendrá reaparecida, su cabellera al viento a sumar una honra al mural de Siqueiros o alzar una proclama que cala bien  adentro.  Letras  que se tornan gritos para descargar  tormentas al sujeto de los  entorchados.  Al general crepúsculo del golpe inaugural cuya victoria celebra el reino del silencio. Laurel de  las amnesias. De la  cobarde  apatía asociada a razones de envilecido precio. Menos mal esta mujer a la que canto.  Ahí está, constructora, la niña de  la tribuna en llamas, la sospecho brazo en alto encumbrando  un edificio, un trabajoso andamiaje de sudor y combate desde cuyos tablados se alza la negativa. Esa admonición tan rotunda como    categórica. Aquella  desaprobación redentora de techumbre y abrigo en donde  nos refugiamos
-¿de qué, de quiénes?
-de los generales invierno, generales noche, generales  tinieblas.
 ………
(de la serie “Mujeres”)
En memoria de Salvadora Medina Onrubia, poeta, anarquista, feminista, periodista que a los 15 años asumió la lucha por la libertad de Simón Radowitzky. Fue  encarcelada y refutó un pedido de indulto ,promovido  por  intelectuales de la talla de Roberto Arlt o Jorge Luis Borges, con una carta pública dirigida a Uriburu en la que le expresa: “General Uriburu, guárdese sus magnanimidades junto a sus iras y sienta como, desde este rincón de miseria, le cruzo la cara con todo mi desprecio”



sábado, 9 de junio de 2018

Los hijos



LOS HIJOS
                                                             A Nahuel, Lihué y Rayén

Suelen jugar a la pelota por las tardes
arrebatándole a la siesta sus silencios;
otros andan por ahí, de guitarreada,
devolviéndole a la noche nuevos sueños.
Es en vano presentarlos
ignorarlos constituye un despropósito.
Se anuncian solos
su presencia no pasa inadvertida
vienen a sostener que no todo está perdido
y lo dicen sin tapujos ni sonrojos.
Son jóvenes, como alguna vez lo fuimos,
pero a la vez distintos:
ellos han sobrevivido a las afrentas,
bebieron en la mesa de fantasmas
el amargo licor de nuestros miedos;
y ahora están aquí, tozudamente,
ensayando un singular corte de mangas
a la historia oficial y adulterada.

                                                   Son protestotes
                                                   cuestionan todo
                                                   beben los vientos
                                                   pintan consignas
                                                   andan en grupo
                                                   nunca más solos.
                                                   Están en plazas
                                                   en los potreros
                                                   en las escuelas
                                                   con los obreros.
Y uno que parece estar de vuelta
arrastrando la vida en las espaldas
comienza a comprender un poco tarde
que resulta requisito indispensable
volver a las antiguas rebeldías
encaramarse a la cima del coraje
e inaugurar un ministerio de ternura
sin pausa, porfiados, sin alardes.
Quizás será posible entonces
tras una noche de luchas y recuerdos
sentir el leve roce en la ventana
de una flor estallando en madrugada
anunciando que han llegado nuevos sueños
de la mano de esos cantos y guitarras.


Marzo 88

sábado, 26 de mayo de 2018

Himno


Estábamos, los tres aquel otoño, insuflados de bronca y coraje, en la primera marcha del silencio en mayo de 1969 para denunciar los crímenes de Bello y Cabral. Despojados de otras herramientas, el grito sagrado ofició de representación y salvaguarda.
Volvimos a cantar ,los tres entre muchos más. en los fragores del Cordobazo, por la caída de Allende, en Salineros, bogando por la nacionalización de la UNLPam y cada vez que la patria estuvo comprometida , que es como decir que hemos estado invocando vivir coronados de gloria cincuenta años ininterrumpidos de nuestras vidas.
Ayer volvimos a hacerlo. Los tres en una multitud, codo a codo, como aquellos admirados jacobinos de mayo. Cantamos más fuerte que nunca, al borde de nuestras posibilidades. Tercamente, estentóreos, como ese gallo de Rostand, que piensa que al hacerlo provoca la salida del sol.
Tornamos a la misma plaza desbordados de nostalgia y a la vez de esperanzas, celebrando cofradías y rencuentros. Ignoramos el porvenir de esa armonía común., Acaso , al cantar ,salga el sol. No lo sabemos. De lo que sí estamos seguros es que no nos vencerá la noche.
fotos: Pablo De Pian y Dagna Faidutti

miércoles, 23 de mayo de 2018

El juramento



Están ahí, los conjurados, codo a codo. Menos Saavedra, claro, porque con él la cosa es a los codazos. El rostro crispado de Moreno acentuando las cuchilladas  de la viruela. El bueno de Belgrano que lo seguirá siendo pese al  dictamen de los insurrectos de las trenzas. Están, ellos. Se escrutan tornando ociosas las palabras. No hacen falta: son innecesarias  las verbalizaciones en esta hora en que el futuro se pellizca con la punta de los dedos.  Castelli, que nunca sabrá de las exaltaciones de Huánuco, se vuelve hacia ambos y  sus ojos inauguran una melga en la siembra  de la a historia. Paso reembolsa la mirada  y descansa su palma en el hombro  del  Sabiecito del Sur, esa calificación que acaso, por vez primera, otorgue al hemisferio austral una concepción ideológica. Sabiecito, del sur, el cariñoso apelativo acuñado por French  al camarada que es Norte y cobijo.  Domingo French, el cartero de la revolución,  cuyas pulsiones libertarias no dejaron resquicios para vacilaciones  en un  amanecer brumoso de Cabeza de Tigre. Ahí están, jacobinos de mayo, inmisericordes,  ensimismados en su destino,  a un instante de plasmar  dos palabras que labrarán una leyenda.  Codo a codo, fraguados en sus convicciones, ignorantes de que en esas dos palabras que se hundirán en el corazón de la América, están fundando un ideario y un legado.  Un manifiesto del Sur que  acaso el porvenir mancille porque su preservación depende de que haya nuevos hombres para sustentarlo. Futuros e ineludibles  moceríos ácratas de la talla de estos muchachos del otoño porteño que no dan ni demandan tregua alguna. Vislumbres de guerreros  que creen, defienden y publican que “si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas”. Ellos, que  en un relámpago de tiempo, con una enjundia exenta de jactancias, confirmarán, en un contrato inexpugnable, que es posible la utopía.

( mayo de 2018)

viernes, 27 de abril de 2018

Un café en los tiempos de Macri

(RafaelGuardia.-Foto Dagna _Faidutti)

días de juicio
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os cuatro dejan enfriar un cortado en la esquina de San Martín y Urquiza atrapados por una trivialidad que se hundirá en el olvido antes del mediodía. Pasa una muchacha y deviene un comentario procaz que en el Manual del Macho se considera inevitable. A uno de ellos lo conozco. Me saluda sin efusión, en honor a una adolescencia que ha quedado sepultada en los setenta. Los otros tres, presiento, lo contemplan con curiosidad no exenta de suspicacias y sorpresa. El diálogo avanza rumbo a otros tópicos previsibles mientras la mañana de viernes se desangra a la espera de algún atisbo de luz desde el Este que apacigüe un fin de semana pegajoso. Veníamos de la última sesión de abril del juicio de la Subzona 1.4 con la ilusión de consagrar un exorcismo pagano que nos libere de tanta iniquidad impune. Uno de ellos inaugura otra postilla que tampoco hará historia pero la verbalización queda ahogada por el creciente rumor callejero que se dilata a lo largo de la avenida San Martín. Redoblantes y carteles con el reclamo del día. El orador, frustrado por el fragor de la marcha, alza la voz para hacer conocer a los demás parroquianos, acaso a nosotros, su odio visceral hacia a esos vagos que nunca laburaron y sólo piensan en protestas. Al frente de la manifestación va un hombre de mediana edad, prematuramente envejecido. Hace un mes, con la misma campera marrón de ahora, nos estremeció con su relato de ese territorio del horror que labró la dictadura en La Pampa. El hombre de la pancarta, depositario del desprecio del sujeto que deja languidecer su cortado, lleva en la espalda y sus manos las marcas del expolio en las hachadas de Rancul, en sus ojos, el desgarro de sus hijos. En la memoria, años de cárcel y torturas. Cuando la figura del último marchante se adelgaza avenida arriba el que vocifera sofoca una nueva ofuscación porque en el filo del ventanal acaba de perfilarse la figura de otra muchacha.

martes, 24 de abril de 2018

La Negra

Canta y se enciende la mañana.
        Profunda y grave, su voz penetra y se dilata en los confines para confirmar que existen las jornadas.
        Canta, que es su manera de decir “aquí estoy y aquí me quedo”.
        Y es así nomás:  construye su hogar en cada corazón y desde allí procura la cofradía, descubre la emoción, despliega la raíz para confirmar procedencias y preservar juglarías.
        Lo hizo ayer e insistirá mañana.  Porque el canto es más que vocación. Acaso es un destino, una imposición de la naturaleza, una manera de hacer y de pensar que se confirma en cada verso, en cada prosa, en cada .pentagrama.
        De ahí el amor que le profesan las guitarras.
        Canta, Hilda Alvarado canta.
        Si alguna vez volara, sería una calandria

domingo, 22 de abril de 2018

Una vuelta del perro













Una vuelta del perro

Promovidos por un conglomerado  de expectaciones  los visitantes acuden a la muestra. Lo hacen individualmente o en grupo y a medida que se internan  en las calles taciturnas, prácticamente despojadas, suman voces a un concierto que gratifica y estimula  añoranzas  y fraternidades.
Concediendo a la propuesta, o a la intuición, los vecinos ordenan un itinerario cronológico o geográfico, según los gustos. De esta manera, serenamente, ingresan a la maravilla del recuerdo. La aldea se abre ante los ojos y se puebla de  sonidos. Risas, manifestaciones de asombro, sugerencias  y complementos  que enriquecerán la crónica socorriendo  al cronista de sus impericias y olvidos.
Suman, apenas, cuatrocientos metros alrededor de la plaza de las tres denominaciones, poco o mucho según la perspectiva. Paulatinamente los pasos se entrelazan, retornan o avanzan sometidos a los desafueros del las emociones.  La algarabía se filtra por doquier expandiendo la cuadrícula.
Ajeno a todo, en  el interior del  edificio comunal, el comisionado   consulta el  reloj y lo sepulta  en el bolsillo del chaleco. Repasa con agobio  el parlamento que habrá de desplegar en los fastos del cincuentenario. Debe ser sobrio y convincente, porque allí estarán Duval, Champalbert,  Garmendia y Corona para contarle las costillas.
Luego sale  a la calle adoptando   el mismo rumbo que algunos años antes transitara  Tomás Mason enfrentando el boulevard sin nombre. Verifica, con alivio,  que los aires marciales de la época ya han reparado esa anomalía.
Los concurrentes  desechan  estas cavilaciones privilegiando las propias. Ponen énfasis en subrayar  que la garita de la esquina del Banco de la Nación  era móvil y que esa fachada que perpetúa la fotografía jamás podrá ser superada por edificio alguno. El  cronista toma nota de la sentencia  sospechando una eventual lista de adhesiones.
Las miradas se desplazan sin premura, quebrantando rigores y mandatos establecidos porque todos los que asisten están conscientes de que el tiempo  se relativiza cuando interviene la arbitrariedad del  pensamiento.
La esquina se dilata hacia el norte y alguien impone silencio porque en el edificio de La Cosechera han tronado  dos disparos y uno de ellos se ha  cobrado la vida del jefe comunal.  Sergio López, pobrecito, muerto por obstinado, acaso por socialista.
           Una cadencia triste quiebra, implacable, sosiegos del porvenir.
La Cosechera, mentidero político y refugio de desheredados y provincialistas. Casi no hubo interregno entre el cierre de sus puertas y la puesta en marcha de la pequeña mercería de la familia Elías.
Un poblador  perspicaz cree  percibir la silueta de ese pibe, Daniel  Elías. Sus pasos sin retorno superan la iglesia catedral y lo transportan a un lugar sin tiempo. La melodía es, definitivamente, un miserere acongojado  y fugaz ejecutado desde el atrio de la casa parroquial por  la quimérica  orquesta de cámara del maestro Enrique Mariani.
En el interior de la nave el Cristo de Swinnen derrama una lágrima de metal.
Daniel se vuelve “El Turco”, renuncia a los potreros y  se anticipa  hacia una  nueva encrucijada. No advierte, al sobrepasar  el  café    de 9 de Julio que el águila de las alturas le ha dado la espalda.
           Pasan las décadas, vienen y van, estrepitosas, como cañonazos.
           Vuelan los tordos y tal vez no regresen.
Pedro Médici  se deja convencer por ofertas ineludibles  en  la tienda de la   otra esquina,  abandona por  un momento sus hierbas y  redomas  y parte raudo a adquirir  un bombín en Los Sorianos. Por la misma vereda se acerca  Gómez Palmés. No se saludan.
Al rebasar el  punto  que congrega a  las confiterías el delegado del Poder Central descubre con desagrado, quizás consternación, que por allí se aproxima  el  director de La Autonomía. El  primero lo contempla con odio; Marcos Molas, con desprecio.
Juan Humberto Palasciano, recostado en el umbral de su farmacia, contempla la escena y vaticina un porvenir funesto para esos dos. No se permite otras lucubraciones porque debe responder con galantería  el saludo de dos damas.
Enriqueta Schmidt, etérea, conduce  del brazo a Hilda París y susurra indicaciones al oído que Hilda, escrupulosamente, va volcando en una libreta de tapas de hule.
Ambas atraviesan la plaza, evocan  la pirámide y musitan un reconocimiento a Joseph Duboieu. Avanzan, renuevan  respetos  al guerrero del  corcel y se inmovilizan estremecidas   ante las  fracturas   del chico de la fuente, alguna de las cuales Pablo De Pian cubrió con un manto piadoso.  Enriqueta formula otra observación en voz baja, acaso un inventario de ausencias, pulsiones del agravio, lamentaciones. Porque sus reminiscencias no armonizan con las  actuales  contemplaciones. A  medida que avanza y desanda  las décadas   verifica que han volado las  águilas, no están   las  pégolas  Ni siquiera el cartel de emulsión Scott pregonando albricias  desde el edificio de enfrente.
Repasa: tampoco  el Cristo,  las acacias, las glicinas o el surtidor de agua con que muchos de los visitantes, entre ellos el cronista, saciaron su sed.
Inventarios  de ausencias, desgarros de la memoria.
En un alarde de resistencia permanecen el ombú, el retoño del pino histórico y la pesada placa que homologa  el nombre del paseo.
 Más allá, establecido junto al pequeño tablado, el invariable chasirete  cambia lámparas de magnesio mientras presta atención a  un atildado transeúnte peinado a la gomina y portafolios marrón. Un  tal Juan Carlos  Bustriazo Ortiz, que sostiene  que su cámara  es muy parecida a la de Eliseo Tello. Desde el portal de su casa de fotografía Juan Maqueira  asiente y saluda con  el brazo en alto.
La plaza reniega de  farolas y baldosas. Terete Domínguez inventa una noticia y vocea  un exorcismo plebeyo para evitar otras  mudanzas. En la esquina del Hotel Pampa Cholito Álvarez articula lisonjas que sonrojan y gratifican a las  jóvenes que marchan  rumbo a la escuela número dos.  Pedro  Gamberini - ¿o tal vez  Bodratto?-  retribuye con un guiño cómplice a través del ventanal.
           Atardece. Pedro Imaz lustra sus polainas con el revés de su pantalón mientras desliza un comentario mordaz  a un interlocutor ignoto. Sus pupilas titilan ante la joven que corre   pudorosa a refugiarse en la finca lindera. Es casi una niña y a su paso  despliega fragancias inefables. Se apresura  procurando poner distancia a las exteriorizaciones jubilosas que prosperan  en las adyacencias del BASE Club.
-Es la hija  de los Iribas.
¿Quién?
la muchacha  Iribas che, la Novia de los Forasteros
Uno de los visitantes repara en el cronista y añade una apostilla adicional que alimentará la leyenda.
Fatalmente la vuelta llega a su fin. Los comentarios  de los que se retiran   se superponen a las expresiones de los recién llegados. La sala es una fiesta, una avanzada  contra el silencio y el olvido. Afuera, los altavoces de la esquina de Mitre y San Martín Oeste  expanden  las entonaciones de Alfredo Dalmiro Otálora,  “Piquito de Oro”, anunciando la inauguración del colegio  Nacional, créditos de fomento del BHN y el estreno de Casablanca, una película que hará historia.
Retornando al punto de partida  un nuevo edificio comunal se impone sobre el anterior. Su fachada  resplandece.  Adolfo Corona Martínez, que en la celebración  de la ciudad  descubrirá   una placa en la flamante  usina, madura   una oración, pletórica de enaltecimientos, para el  vecindario  artífice de tanta iluminación.
Los aplausos reverberan en el nuevo siglo. En el aire, la sirena del molino desangra otra jornada.
          
                                                                                                   JCP



Acerca del hambre

En el Museo de la Historia habrá un contenedor. En su interior un zapato sin suela, una silla de tres patas, el mango de un hacha, acaso un ...